López Obrador, un espejo incómodo para Cambiemos.

LA NACION - Crédito: Alfredo Sabat

El caso más perfecto y duradero de la ortodoxia gradualista está a punto de desembocar, en el segundo país más importante de América Latina, en una experiencia populista sin precedente.

Autor: Sergio Berensztein PARA LA NACION. - 01/07/2018


Si los sondeos de opinión no fallan, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de izquierda, será consagrado pasado mañana ganador en las elecciones más importantes en la historia contemporánea mexicana. Su eventual triunfo representará el fin de una larga etapa de transición que inició un proceso de democratización y reformas promercado considerado, en líneas generales, exitoso. Ernesto Zedillo hizo posible que México superase hace 18 años el test de la alternancia: aseguró una elección transparente en contra de los intereses del PRI, su propio partido.

El país está a punto de probar una receta vieja y nueva: el populismo fue su principal política de Estado desde los 30, cuando el general Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo, hasta el desastre de la crisis de la deuda de 1982, que arrastró a todo el subcontinente y prácticamente a todo el mundo emergente. Entonces comenzaron los programas de estabilización y reforma estructural que México siguió al pie de la letra, para convertirse en el alumno más disciplinado del Consenso de Washington.

Con las reformas políticas fue mucho más prudente: comenzaron a comienzos de la década del 60 con algunos toqueteos casi marginales al sistema electoral. En un sentido estricto, no terminaron nunca de armar un sistema genuinamente democrático, transparente y participativo. Eliminaron, es cierto, el fraude electoral que le había permitido al PRI constituirse en el partido hegemónico. En ese sentido, las elecciones de 1988, hace justo 30 años, fueron un punto de quiebre: fue evidente que Carlos Salinas de Gortari no era un presidente legítimo, ya que Cuahutemoc Cárdenas, el hijo del general, que había roto con el PRI un par de años antes por diferencias ideológicas para formar el Partido de la Revolución Democrática-PRD, obtuvo muchísimo más apoyo que el reconocido por las autoridades electorales.

A partir de entonces, el PRI permitió que el Partido de Acción Nacional ganara algunas elecciones estaduales. En una de ellas, Vicente Fox, el primer presidente mexicano no priísta en 70 años, fue electo gobernador de la bella Guanajuato (cuando brillaba Marcelo Bielsa como técnico del Atlas). Entonces, AMLO forjó su profunda desconfianza con los sistemas político y de poder mexicanos. Era un destacado integrante del PRD y hasta llegó a ser entre 2000 y 2005 un eficaz intendente de Ciudad de México.

López Obrador es expresión del fracaso o, al menos, de las "promesas incumplidas" (diría Norberto Bobbio) de las dimensiones económica y política del gradualismo a la mexicana. Constituye un espejo incómodo para Mauricio Macri y sus estrategas. Sugiere que el punto de llegada del proyecto transformacional que tanto le cuesta poner en funcionamiento no es un país moderno, competitivo, democrático, plural e integrado a Occidente. Por el contrario, tras tres y media largas décadas de gradualismo, México está a punto de experimentar una regresión sin destino que produce en su establishment una mezcla de escozor, terror y parálisis. Volver in toto al antiguo régimen del populismo estadocéntrico es literalmente imposible. Pero AMLO fue en esta campaña tan ambiguo y contradictorio que los grados de incertidumbre son inconmensurables. Buscando algunas pistas frente a tanta angustia y desazón, algunos amigos mexicanos me preguntan por Néstor Kirchner. Otros, directamente por Perón. Los más desmedidos parecen resignados a terminar en un escenario decadente y estremecedor como el de la Venezuela de Maduro. La presencia de Trump del otro lado de esa febril frontera hace que todo sea peor.

¿Es este un escenario factible también para la Argentina, en especial si Cambiemos se afirma en el poder con un triunfo en las elecciones del próximo año? ¿Existe el riesgo de otra regresión populista con tufillo autoritario? La potencial paradoja es interesante: un gobierno que pretende conservar el "monopolio de la racionalidad" (¿será por eso que se siente tan cómodo con la grieta y postergue cualquier esfuerzo de construcción de consenso con la oposición más moderada?) e implementar con éxito su plan de operaciones, sucumbe luego frente al enemigo que se proponía erradicar.

México venció la inflación; consagró (y mantuvo a rajatabla) la independencia de su autoridad monetaria, el prestigioso Banco de México; abrió muchísimo su economía y se integró comercialmente al mundo, debido en gran medida al Tratado de Libre Comercio de las Américas (TLC en la jerga local, más conocido como NAFTA). Gracias a eso, reconvirtió su vieja industria sustitutiva de importaciones con inversión extranjera directa; su mercado de capitales se fortaleció y expandió incluso la oferta de crédito hipotecario para sectores medios y populares; implementó una política social muy agresiva focalizada en los sectores más vulnerables que obtuvo un amplio reconocimiento por su carácter innovador y su espíritu solidario; es miembro pleno de la OCDE (su titular, Ángel Gurría, es un excanciller mexicano) y fue capaz de desarrollar y modernizar significativamente su infraestructura física. No conozco un programa más parecido al de Cambiemos. ¿Cómo es posible, entonces que AMLO, favorito en las encuestas sobre los representantes del PRI y del PAN, vaya a ganar tan fácilmente?

El mundo no es lo que era cuando México se aferró al estilo gradualista en su programa de reformas. Con Trump desmantelando el (des) orden político y económico liberal-democrático que sus antecesores se habían esforzado en estructurar (para enorme beneficio de todas las partes involucradas, incluyendo ciertamente los votantes del propio Trump), México tendrá un presidente que, en líneas generales, coincide con el diagnóstico fatalista e insustancial de su vecino y magnate.

La guerra contra el narco en Colombia contagió al Caribe y a América Central, multiplicando exponencialmente el problema y profundizando debilidades estructurales de muchos aparatos estatales nacionales y provinciales que hoy pueden considerarse estados fracasados. Las redes de crimen organizado no solo exportan droga desde México (por ejemplo, a Asia). También trafican órganos, personas, armas, petróleo y hasta limadura de hierro. La epidemia de violencia no tiene precedentes: en esta elección fueron asesinados más de 120 candidatos a distintos cargos, en particular a nivel local. Las matanzas masivas y otras violaciones flagrantes a los derechos humanos son cotidianas.

AMLO es una figura muy divisiva. Genera odios y amores. Voluntarista, confiado en su destino y su estrella, la victoria de este domingo llegaría luego de sendas derrotas en 2006 y 2012. Fundó su propia fuerza, Morena (Movimiento de Reconstrucción Nacional), cuando advirtió que su viejo partido reproducía las mañas del sistema, sobre todo en materia de fraude, clientelismo y negociados-corrupción.

México hizo casi todas las reformas, pero careció de un proyecto consensuado de desarrollo equitativo y sustentable. Tampoco construyó un Estado eficiente y transparente. Y por elaborar un diagnóstico inadecuado y simplista de los problemas por resolver, le está entregando el poder a un líder que promete profundizarlos. No repitamos esos mismos errores.

Analista político