El canto de sirena de las retenciones

Un coro de economistas ligados al peronismo y al radicalismo propone subir los impuestos a las exportaciones (retenciones), como parte del ajuste fiscal y para abaratar el precio de los alimentos exportables. Sin embargo, las retenciones son inequitativas, encarecen el precio de los alimentos, limitan el crecimiento del sector más competitivo y desvían la atención del problema principal, que es el exceso de gasto público.

Autor: Marcos Buscaglia PARA LA NACION - 16/07/2018


Países de la región como Uruguay y Brasil, u otros exportadores agrícolas como Australia y Estados Unidos, no las aplican. Las retenciones son tan mal impuesto que no las aplica ningún país exitoso.

Desde lo fiscal, además de ser de fácil cobro, quienes apoyan las retenciones alegan que el sector agrario tendrá una "renta extraordinaria" por la devaluación del peso, y por lo tanto no está mal cobrarles un impuesto extraordinario. Desde el punto de vista de los precios, las retenciones actúan como una "cuña" entre el precio internacional de bienes como el trigo o el maíz y su precio doméstico, y por lo tanto reducen el precio que consiguen los productores locales, redundando eso en menores precios para los consumidores argentinos.

La evidencia acerca del impacto de las retenciones sobre el precio de los alimentos es más bien limitada en el corto plazo y, dada suficiente cantidad de tiempo está claro que resultan contraproducentes, porque impactan negativamente en la producción. Los casos del trigo y la carne en la Argentina son más que evidentes: los impuestos a las exportaciones y otras distorsiones introducidas en el sistema de precios agrícolas terminaron perjudicando la producción, afectando tarde o temprano los precios domésticos. Las restricciones impuestas por Perón resultaron en una caída de la producción de trigo de 6,8 millones de toneladas en 1944 a 2,1 millones en 1952 (una sequía también afectó la producción). En tanto, la producción mundial se expandió un 37%. Más acá, la producción de trigo alcanzó los 16 millones de toneladas en 2000/01 y cayó a 10 millones en 2015/16. Una vez levantadas las retenciones, la producción de trigo explotó y puede superar los 19 millones de toneladas en la próxima cosecha. El precio del pan cayó en términos relativos al resto de la canasta de bienes de consumo en los últimos dos años. La producción de carne y el stock ganadero se derrumbaron en el gobierno de Cristina Kirchner. Luego del levantamiento de las retenciones, producción, exportaciones y stock ganadero aumentaron y, mientras tanto, el precio de la carne cayó, medido a valores constante.

Los impuestos a las exportaciones son muy inequitativos y distorsivos. La depreciación del peso probablemente aumente las ganancias en el sector agrícola. Así, en 2019 aumentará la recaudación del impuesto a las ganancias cobrado en ese sector.

¿Por qué gravar al sector adicionalmente? Puede argumentarse que hay mayor evasión que en otros sectores. Pues entonces, la política sería mejorar la capacidad de fiscalización de la AFIP. Un argumento común es que la oferta de tierra es inelástica, y por lo tanto las ganancias cuando suben los precios tienen la característica de "renta". En ese caso, quizá, convenga pensar en mayores impuestos a la tierra. Las retenciones son muy distorsivas porque no gravan las ganancias, sino las ventas. Esto perjudica a los productores cuando suben los costos, y discrimina claramente a los productores de las provincias más alejadas de los puertos y, muchas veces, con tierras menos productivas. Es por ello que tienen un impacto tan nocivo para la producción.

La imposición de retenciones ha perjudicado el desarrollo de nuestro sector mas competitivo. Países como Nueva Zelanda han logrado niveles de bienestar muy elevados potenciando a su sector agrícola. Nueva Zelanda exporta 10 veces el valor de productos lácteos que la Argentina. Durante el gobierno de Cristina Kirchner, las exportaciones de carne de Uruguay y Paraguay superaron con creces las de la Argentina. Sin estabilidad en las reglas de juego, y con impuestos tan altos, es muy difícil que podamos aprovechar el potencial del campo argentino. Con reglas estables e impuestos bajos, las exportaciones de productos agrícolas no solo van a aumentar, sino que con el tiempo van a ir migrando de productos básicos a productos con alto valor agregado y precio final.

Por último, el debate de las retenciones saca de foco el problema principal de la Argentina, que es un gasto público elevado e ineficiente. El gasto público creció en 14 puntos del PBI durante el gobierno de Cristina Kirchner, y en parte fue financiado por las retenciones durante un período de elevados precios internacionales de nuestros productos exportables.

Al final de su período, un tercio de la población estaba debajo de la línea de pobreza. El sistema político se encuentra ante un desafío importante: carente de financiamiento internacional, tiene que optar por ajustar el gasto público o por seguir subiendo impuestos. Si toma esta última alternativa, muy probablemente pierda la confianza de un sector privado que ya enfrenta impuestos excesivos. Es momento de encarar una mejora en la eficiencia, transparencia y costo del gasto público a nivel nacional, provincial y municipal, evitando el canto de sirena que pide nuevamente cambiar las reglas de juego.

El autor es economista