La política debe dejar de bailar sobre el Titanic.

Foto de archivo del jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta; el presidente Mauricio Macri y la diputada Elisa Carrió. /Garelli Anahí/telam/dpa/

Lograr acuerdos mínimos para el Presupuesto del 2019 sería una victoria de la política de verdad.

Autor: Fernando Gonzalez en Clarin - 05/09/2018


Está complicada la Argentina. Lo saben los empresarios, los financistas, los gremialistas y los intelectuales. Lo saben los directores del Fondo Monetario. Y lo sabe cualquier persona ajena a la política que se mantenga simplemente con sus sentidos alerta. El problema son los dirigentes políticos. No todos, claro. Pero algunos de ellos, algunos con el grado de experiencia como para haber visto las peores calamidades, actúan y hablan sin tener en cuenta la magnitud de la crisis. Que no es la del 2001, se sabe. Por dimensión económica y dispersión social. Pero es lo suficientemente grave como para que las enseñanzas del 2001 sirvan como el manual perfecto de los errores que no se deben repetir.

Hay ejemplos que rozan el patetismo. Como el de la diputada rionegrina María Emilia Soria. "A esta altura, no importa si no pueden, no quieren o no saben cómo dejar de arruinar este país. Lo que importa es que den un paso al costado...", escribió la legisladora en Twitter. No fue una cita inocente. Buscaba asociar a Mauricio Macri con aquel Raúl Alfonsín agobiado que debió adelantar el traspaso del poder y que admitió en un discurso de autocrítica: "A veces no pudimos, a veces no supimos, a veces no quisimos". Tan intolerante quedó el posteo de la legisladora kirchnerista que el propio gobernador de su provincia, Alberto Weretilneck, se despegó rápido del exabrupto y la calificó de "autoritaria, golpista y antidemocrática". Es un buen augurio que el correctivo venga de la política.

Claro que la liviandad del lenguaje fronterizo no fue patrimonio del peronismo. En su encendida defensa de Macri, fue Elisa Carrió la que exageró las teorías conspiracionistas al punto de citar la toma del Palacio de La Moneda en septiembre de 1973, cuando los militares chilenos dieron un golpe de Estado brutal y asesinaron a balazos al presidente socialista Salvador Allende. "Les digo a los militantes golpistas que no hay helicópteros; me van a sacar muerta de la Casa Rosada porque viva no salgo y Macri tampoco", advirtió Lilita, agregándole a la crisis política y económica una cuota de dramatismo innecesaria.

Si algo caracterizó a la crisis del 2001 fue la ausencia de sensatez en la dirigencia política. Los integrantes de la Alianza, desde Fernando de la Rúa a Carlos "Chacho" Alvarez pasando por Alfonsín y Carrió, se consumieron en las batallas internas que arrasaron finalmente con la gobernabilidad. Y fueron varios los peronistas que pusieron sus ansias de volver al poder por delante de la tolerancia democrática. La víctima de semejante desatino institucional fue la sociedad argentina que vio crecer los índices de pobreza a un inédito 52%. Nada es gratis en el país adolescente.

Por eso se vuelve imprescindible que Macri y el Frente Cambiemos se concentren en el desafío de ponerle fin a la crisis financiera minimizando las diferencias internas que tengan sus integrantes. Eludiendo la costumbre de enfrentarse a través de las redes sociales o asumiendo el compromiso de sumarse al Gobierno si así lo exige la adversidad de la hora.

Como es necesario también que los sectores moderados del peronismo resistan la tentación de sacar ventaja agudizando las tensiones sociales. Lograr aunque sea los acuerdos mínimos para que el Presupuesto 2019 llegue consensuado al Congreso sería una victoria de la política de verdad. Y sería además una derrota de todos aquellos que se sienten a gusto con la destrucción sin destino. De los que disfrutan la perversidad de bailar una y otra vez sobre la cubierta del Titanic.