Mauricio Macri se traba a sí mismo.

Macri, el martes en la Conferencia de la Unión Industrial Argentina. Foto Emmanuel Fernández

Si la nueva política no entiende que tiene que negociar con la vieja política, no es política. Además de cómo seguirá el dólar, que es la pregunta del momento, el cambio sin cambios de ministros abre otra: ¿puede Macri hoy gobernar solo?

Autor: Ricardo Roa de Clarin - 06/09/2018



Encogió el gabinete y no agrandó la presencia radical. Aguad, en Defensa, es la única. Pero Aguad es un outsider en su partido. Macri necesita incorporar figuras de peso porque no es el mismo del 2015 y menos el del 2017. Es un Macri debilitado por lo que le vino de afuera y por lo que no supo hacer adentro.

Tiene que salir de la crisis a la que corre de atrás y tiene que mostrarle al Fondo que su coalición lo acompaña sin fisuras y hasta que gran parte del espectro político está dispuesto a asumir los compromisos que él asuma.

Está recauchutando un acuerdo que en su versión original apenas duró tres meses. En medio de la desconfianza del mundo financiero le pide al Fondo que le adelante más plata para despejar las dudas y que le dejen intervenir con el dólar.

No pudo o no hizo lo suficiente para sumar a su principal socio en Cambiemos. Los radicales sienten que los convocaron a las apuradas y para la foto. No para cambiar el modelo de decisiones dentro del Gobierno. Y Carrió empeoró todo: está pendiente de cualquier acuerdo con ellos para torpedearlo.

Macri cedió a Quintana y a Lopetegui. Más a Quintana al que le ofreció quedarse para vigilar las empresas públicas y renunció. Lopetegui seguirá haciendo en parte lo que hacía: auditar cuentas de los ministerios.

Algo pasó con Quintana: inicialmente había aceptado quedarse y al final se despidió con un poema budista de un vietnamita romántico y militante de las buenas ondas que cree en la reencarnación. El poema dice: "soy el efímero insecto en metamorfosis... y soy el pájaro que cuando llega la primavera llega a tiempo para devorar este insecto". Si hubo un mensaje oculto en semejante despedida, quizás Macri, cercano a la filosofía zen, pueda descifrarlo.

Se entiende un poco más la metáfora que usó otro ex ministro, Pablo Avelluto de Cultura, para explicar que la relación entre Macri y Peña es una relación inseparable. Pero no por lo que cuenta la historieta: Tom es un gato frustrado porque jamás atrapa a su presa Jerry, un ratón vengativo que siempre le gana a su enemigo. Pasa que no pueden estar el uno sin el otro: si uno de los dos desaparece, se termina la historieta.

Hablar de Quintana y de Lopetegui es hablar de Peña, que es la usina de ideas de Macri y que está sometido a un profundo desgaste acusado de los errores del presidente. No importa si eso es cierto o parcialmente cierto.

El puesto de jefe de gabinete fue pensado en la Constitución del 94 como eventual fusible del presidente para las crisis, inevitables en toda política y más en las repeticiones de nuestras crisis. Peña es el oráculo de la pureza política que piensa que nada nuevo se puede conseguir con los viejos políticos. Sacraliza lo nuevo y presume que la distancia de Macri con lo viejo es parte del ADN del PRO.

A Macri y a Peña les cuesta contemporizar con lo que no quieren pero tienen un problema: eso que no quieren y llaman la vieja política es mayoría en el Congreso y tienen mayoría de gobernadores.

Los peronistas que gobiernan sienten miedo de asomarse al abismo y se apartan del lenguaje incendiario de los kirchnneristas que alimentan la crisis y deliran con la posibilidad de que a Macri lo devore la crisis. Con esos viejos políticos tienen que acordar.