La (pendiente) inserción económica internacional

El aceite de soja se está exportando a China desde el puerto de Timbúes, cerca de Rosario.

Las empresas son los grandes actores de los negocios internacionales pero no se desarrollan en ambientes hostiles. Y para ellas está el requisito de crear atributos competitivos.

Autor: Macelo Elizondo en Clarin - 06/09/2018


Los países que más exportaciones generan se benefician por varias vías. Mejoran su calidad productiva (la competencia internacional eleva estándares), generan empleo de mayor calidad (las empresas que compiten internacionalmente formalizan e invierten en capital humano), logran más altas tasas de inversión (que usualmente se dirige hacia donde hay acceso a mercados), sufren menos volatilidad cambiaria (generan dólares comerciales y dependen menos de dólares financieros) y elevan su PIB (computan más exportaciones netas).

El estrés cambiario vivido en los últimos días tiene muchas causas, pero también nos lleva a lamentar la escasez de dólares comerciales.

Argentina, desde hace muchos años, es un país de escasa inserción productiva internacional. Con exportaciones muy menores a los grandes de la región (1/7 de lo que exporta México y menos de 1/3 de lo que logra Brasil) también exporta menos que su vecino Chile. Argentina es el país con menor crecimiento porcentual de exportaciones desde que se inició el siglo XXI en Sudamérica. Y mientras hace 70 años generaba 2,8% del total de exportaciones mundiales hoy genera sólo el 0,32% del total mundial.

Así, ha seguido el camino inverso a países emergentes que son hoy grandes exportadores como México, Singapur, Emiratos Árabes, Taiwán, Vietnam, Tailandia y Australia.

Aunque debe admitirse que las exportaciones son un capítulo de las relaciones económicas internacionales en su conjunto, que son sistémicas e incluyen -además de exportaciones- a las importaciones, la emisión y recepción de inversión internacional, los flujos de financiamiento transfronterizo, alianzas entre empresas para encadenamientos productivos supranacionales, la participación en la generación y aplicación del más moderno conocimiento afectado a la producción (el capital intelectual).

Por ende, nuestra debilidad se explica por diversas razones, entre las que se cuentan también moderadas importaciones y, a la vez, escasa recepción de inversión externa (algo lógico si se recuerda que Argentina es el país que sumó más conflictos con inversores externos en el mundo -60 en los últimos 30 años- lo que nos ha llevado a ser, en el último lustro, el de menor stock de inversión extranjera directa en relación con el PBI de nuestra región.

Como otra cara de la misma moneda, en nuestra economía hay una escasísima cantidad de empresas locales internacionalizadas (Argentina invierte fuera de su territorio 1/6 de lo que invierten Brasil o México, 1/4 de lo que invierte Chile y 1/3 de lo que invierte Colombia). Esto ha causado inhabilidad para ingresar en procesos productivo/comerciales transfronterizos (cadenas internacionales de valor) que se desarrollaron en los últimos lustros en el planeta y que absorben 75% de las exportaciones mundiales (a los que apenas 30% de las exportaciones argentinas accede).

No es difícil identificar causas de estas realidades, como la historia reciente de inestabilidades y complejidades macroeconómicas que desalientan proyectos de empresas a largo plazo, además de una débil arquitectura de relaciones institucionales internacionales que sólo nos permite acceso a unos pocos mercados a través de pactadas preferencias arancelarias y armonizaciones regulatorias.

Estas carencias nos han hecho perder beneficios a los que han llegado muchos países que acompañaron el proceso de integración económica mundial (por caso, según la OMC en Corea del Sur y en Nueva Zelanda el 30% del empleo está explicado por exportaciones).

Argentina está lejos de pertenecer al grupo de economías internacionalizadas (cuenta con muchas menos empresas exportadoras que Brasil o México y también con menos que Chile y Colombia) y para corregir ello tiene pendientes requisitos a cumplir: como hacer simples, estables y no aleatorios a los marcos de referencia de los negocios (el local y el de acceso a mercados externos), y mejorar las condiciones mesoeconómicas (infraestructura, servicios, recursos humanos). Así, es preciso alentar el crecimiento de las empresas internacionales, porque son argentinas sólo siete de las 100 principales multinacionales latinoamericanas (menos de un cuarto que las cuentan Brasil o México y la mitad que las que tiene Chile), y en nuestro país hay apenas 12 empresas que exportan más de 1.000 millones de dólares anuales (y sólo 57 que exportan más de 100 millones de dólares anuales).

Las empresas son los grandes actores de los negocios internacionales pero no se desarrollan en ambientes hostiles. Y para ellas está el requisito de crear atributos competitivos (entre los cuales se cuentan la capacidad de generar estrategias acertadas, la innovación y el conocimiento incorporados en sus productos, la generación de arquitecturas de relaciones estables y sistémicas con su socios internacionales, la creación de instrumentos que garantizan reputación y la capacidad de administrar ambientes externos distintos y cambiantes).

La inserción productiva internacional no es un deber vacío. Es una tarea exigente pero que bien lograda mejora la calidad de vida y las condiciones económicas. Y que aún está pendiente.

Marcelo Elizondo es MBA (Master en Administración de Empresas) Universidad Politécnica de Madrid, especialista en negocios internacionales