Entre la corrupcion y el clericalismo.

Misa organizada por el obispo Agustin Radrizzani con la concurrencia de un nutrido contingente de sindicalistas, liderado por el gremio de Camioneros con Hugo y Pablo Moyano en Lujan, el sabado 20/10. Fotos Emmanuel Fernendez

Gran parte de las democracias occidentales estan generando un vacio de representacion que hoy ocupan otros sujetos y liderazgos.

Autor: Natalio R. Botana es politologo e historiador en Clarin - 28/10/2018


El cuadro de una presidencia asediada ha cobrado relieve en estas ?ltimas semanas. Este cerco, con varios agentes, se cierne sobre una situaci?n comprometida del Poder Ejecutivo. Pese a ganar dos elecciones consecutivas, el gobierno de Cambiemos soporta una condici?n minoritaria en el Congreso que lo obliga a negociar con las oposiciones para defender una gobernabilidad sujeta, por ahora, a la inclemencia de un pa?s inflacionario sin moneda ni sustentabilidad fiscal.

Las secuelas de esta situaci?n ?recesi?n, pobreza, aumento de la marginalidad? son el mejor caldo de cultivo para los agentes que refuerzan el sitio a la presidencia. El objetivo consiste en provocar un cambio de rumbo en la pol?tica econ?mica o en armar t?cticas destituyentes ante el peligro que, para algunos, significa la prisi?n preventiva. Esta mezcla entre acci?n pol?tica y acci?n judicial es el ingrediente necesario de esos antagonismos. El asunto, en suma, estriba en no ir presos.

En semejante atm?sfera ?tan contaminada como el Riachuelo que nunca se limpia? cada bando dispara una misma artiller?a: seg?n los simpatizantes de Cambiemos, durante el kirchnerismo no rigi? el Estado de derecho; seg?n los adictos a CFK, su s?quito y la familia Moyano, el Estado de derecho no rige en la actualidad, Por tanto, si bien una parte del pueblo repudia la corrupci?n y otra la consiente, las dos terminan se?alando que el Estado de derecho es propiedad de un bando y no patrimonio com?n de la ciudadan?a.

Al d?a de hoy, la lucha pol?tica reproduce pues un conflicto por la apropiaci?n particular de la justicia. De resultas de ello y frente a una opini?n cruzada por mil mensajes, nuestra administraci?n de justicia no har?a las veces de ?rbitro neutral, ni representar?a el papel de una autoridad que a todos protege por igual. Si esta imagen negativa lograse arraigar en las creencias colectivas, la imprescindible depuraci?n que requiere un tentacular sistema de corrupci?n, publica y privada, podr?a sufrir serios tropiezos.

Esto no es lo que merecer?a un necesario sentido de justicia. Pero muy poco contribuye a reparar esas carencias la presencia activa de la tradici?n corporativa de la Argentina que hoy encarnan el sindicalismo y la Iglesia cat?lica. Este lazo hist?rico viene de lejos y refleja una estructura que responde a otro v?nculo a?n m?s profundo con el Estado nacional.

Estos tres factores: Iglesia, Estado y sindicatos, conforman un tri?ngulo de relaciones tributario de privilegios rec?procos, acaso lo m?s pr?ximo a la idea que ten?a Juan D. Per?n de una ?comunidad organizada?. Cuando la Iglesia y los sindicatos, factores que est?n en la base del tri?ngulo, advierten que la conducci?n en el v?rtice del Estado se aparta de sus concepciones e intereses, entonces estalla el conflicto y se ponen en marcha la impugnaci?n gremial y el rodaje del clericalismo.

Tampoco el clericalismo, entendido como la intervenci?n directa y partidaria de la Iglesia en el campo de la pol?tica, es una novedad en nuestra historia, aunque el hecho de contar con un Pont?fice argentino en Roma le ofrezca m?s proyecci?n. En todo caso, parecer?a que el clericalismo suele transitar por un camino de ida y vuelta. La Iglesia busca, en efecto, identificar su mensaje de justicia social con la doctrina nacional y popular del sindicalismo y este, por su parte, encuentra en la Iglesia un valioso legitimador de su comportamiento.

En este circuito de relaciones hay coincidencias en torno a visiones econ?micas y sociales que, con ?nimo simplificador, alguien podr?a calificar de populistas. En realidad se trata de una trama m?s compleja que no valora las reglas b?sicas de la macroeconom?a y el estilo de un pluralismo social y pol?tico que se practica sin privilegios. A ello se suma habitualmente, por el lado eclesi?stico, un discurso cr?tico y de rechazo con respecto a los procesos de secularizaci?n del mundo moderno y a la separaci?n de la Iglesia y el Estado (tema a?n pendiente en la Argentina).

La cuesti?n tiene pues aristas diversas que no s?lo incumben a lo que pasa en nuestro pa?s. Gran parte de las democracias occidentales est?n generando un vac?o de representaci?n que hoy ocupan otros sujetos y liderazgos. Los partidos tradicionales caducan debido a la corrupci?n de sus dirigentes, a la inadecuaci?n de su ideario a los retos de una planetaria mutaci?n cient?fico-tecnol?gica y, en Am?rica Latina, a la persistencia de las desigualdades y al crecimiento exponencial de la inseguridad.

En esta coyuntura sopla fuerte un momento reaccionario, de visceral rechazo a ese mundo desfigurado, sobre el cual se encaraman l?deres providenciales con apoyo de sectores religiosos, de mercados al acecho de oportunidades y de masivas opiniones en las redes sociales. El momento reaccionario es as? hijo de una ausencia y de la indignaci?n que provoca el fracaso de las ?lites establecidas.

Las elecciones del d?a de hoy en Brasil son un ejemplo contundente de estos profundos desajustes en las democracias; en su expresi?n m?s cruda estas s?bitas reacciones traen el eco de fascismos y autoritarismos que, ingenuamente, se cre?an superados.

No hay por qu? extra?arse si, en ese trance, el factor religioso haya sido decisivo, no tanto en Brasil en relaci?n con el catolicismo sino a trav?s del enorme peso electoral de las iglesias evang?licas. Otra versi?n de un clericalismo que se manifiesta en la sociedad civil sin reivindicar los tradicionales v?nculos corporativos de la Iglesia cat?lica.

Este cuadro es sin duda multifac?tico; pero, sin embargo, siempre despide un inconfundible aroma. Por retomar un concepto del papa Francisco, no sobresalen en actos como el que tuvo lugar en Luj?n pastores con ?olor a oveja? sino cl?rigos con olor a poder. Asombra en nuestro pa?s que la denuncia evang?lica de la pobreza se haga a trav?s de dirigentes enriquecidos, mucho m?s cercanos a la conducta olig?rquica que a la que exige el servicio del bien com?n de la rep?blica.