Un veterinario rural dio vuelta el resultado del negocio.

Raul Marin

Como asesor de una empresa salteña que estaba a punto de abandonar la ganadería, hizo un diagnóstico del problema y jugó todas las cartas. Pasó de ciclo completo a cría, bajó la mortandad de 16% a 0,9%, introdujo el Brangus de calidad y alcanzó una preñez del 92%. Hoy los terneros logran el máximo valor de mercado.

Autor: Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne. - 15/03/2019


Un médico veterinario de alta formación académica en el país y en el exterior explica a través del caso de San José de Pocoy SA, desarrollado durante los últimos 12 años, cómo resolvió las problemáticas sanitarias claves, representativas de las limitantes que afectan el despegue de la ganadería del noroeste argentino (NOA).

Desde Valor Carne decidimos contar los detalles de su tarea que le valió el premio de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, otorgado por Biogénesis Bagó, dada la importancia de mejorar la productividad en una región deficitaria en carne para consumo local y con alto potencial para la exportación.

“Mi actividad principal siempre ha sido la de cualquier veterinario rural, por eso en 2006 me incorporé a este campo, que hacía un ciclo completo con un rodeo heterogéneo, mezcla de criollo con cebú, e intentaba incorporar el Brangus colorado. Ya contaban con asesoramiento profesional, pero tenían una mortandad del 16%, algo inviable”, dijo el M.V. Raúl Marín, docente en Producción Animal de la Universidad Nacional de Jujuy, aludiendo a que la empresa mixta, agrícola, ganadera y forestal, había considerado dejar de lado el negocio cárnico porque no se podía sustentar.

La firma dedica cerca de 5.700 hectáreas a la producción bovina en plena yunga salteña, una región selvática y con mucha sierra, donde el desafío de desarrollar eficientemente la actividad es mayor que en las zonas tradicionales.

“El 55% de la superficie ganadera es monte, no daba para engordar. Por eso, rápidamente, cambiamos a la cría neta. Al principio hubo una fuerte reducción de vientres, de los 700-800 iniciales seleccionamos la mitad y con ellos se empezó a trabajar de forma más ordenada”, recordó.

Para Marín, la base de la mejora fue estabilizar sanitariamente el rodeo, partiendo de un diagnóstico acorde a las particularidades del NOA. “Fuimos detectando una decena de patologías de gran impacto productivo, en ciertos casos inexistentes en la bibliografía nacional. Algunas veces aplicamos terapéuticas conocidas y otras hemos tenido que improvisar para controlarlas”, aseveró.

Al cabo de tres o cuatro años de sucesivos diagnósticos y medidas acordes, esa mortandad del 16%, la mayoría al parto y durante la recría, se redujo al 0,9%. “Ésa fue la clave del éxito productivo”, aseguró Marín.

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