La urgencia energética del país

Desaparecieron 500 millones de vacunos. Quien conozca el campo seguramente se sorprenderá con esta afirmación y tiene motivos, ya que la reducción en los últimos años del stock ganadero se ubica "apenas" entre 8 y 10 millones de cabezas de ganado.

Autor: ALIETO GUADAGNI - 02/03/2012


Ocurre que este artículo está dedicado a otro sector en el que la reducción equivale nada menos que a 500 millones de vacunos.
   Explicaremos esta descapitalización, pero empezaremos con una nota positiva: nuestro PBI hoy se ubica un 80% por encima del nivel de 2002. Sin embargo, la producción de hidrocarburos no sólo no acompañó este crecimiento, sino que, por vez primera, viene cayendo mes tras mes desde hace ya muchos años.
   Este es un hecho nuevo, ya que entre 1940 y 1970 la producción petrolera se multiplicó siete veces y la de gas, 14. Entre 1970 y 2000 se duplicó la de petróleo y creció seis veces la de gas. Pero hoy se produce apenas 2/3 del petróleo que producíamos a fines del siglo pasado y 15% menos del gas que producíamos en 2004.
   Aquí falla la interpretación oficial, que justifica las crecientes importaciones energéticas mencionando únicamente la expansión del consumo, sin registrar que desde hace 13 años todos los meses cae sin pausa la producción de petróleo y hace siete años, la de gas.
   Estamos en un escenario de sustitución de una decreciente producción por costosas importaciones, que son negativas para las cuentas fiscales, ya que no se ha trasladado aún este mayor costo al bolsillo de familias y empresas.
   Además, estas caídas en la producción se están devorando el superávit comercial, que junto con el fiscal fueron pilares del crecimiento del PBI. En 2006, con un excedente de 6000 millones de dólares, la energía aportaba la mitad de todo el superávit comercial, pero el año pasado el déficit externo energético superó los 3000 millones de dólares y este año se ubicará en rojo en alrededor de 7500 millones.
   Es decir, en pocos años se esfuman 13.500 millones de dólares del balance externo. Pero ¿cómo es que cae la producción energética, justo cuando el precio internacional del petróleo es cinco veces equivalente al de una década atrás? La explicación se encuentra en la caída en las reservas, ya que hemos disminuido en la cuarta parte las reservas petroleras y en más de la mitad las de gas. Alrededor del 70% de esta drástica reducción ocurrió a partir de 2003, con la actual administración.
   El caso es que estas reservas agotadas por un consumo que no fue compensado con exploración incidirán como hemos visto en más importaciones en los próximos años. Reemplazar estas reservas ya consumidas con nuevas importaciones nos costara más de 330.000 millones de dólares. Para visualizar la magnitud de esto, digamos que con esa suma se puede comprar el doble de toda la tierra arable de nuestro país; o, como se dijo al comienzo, 500 millones de vacunos.
   El abastecimiento futuro del gas es preocupante, porque, salvo Rusia, somos la nación más dependiente: el gas cubre la mitad de nuestro consumo total energético. Desde 1990 hasta hoy, el consumo de gas se ha expandido (con 2 millones de vehículos, tenemos el mayor parque mundial a GNC), pero las reservas son hoy inferiores a las que teníamos hace 22 años. La razón es que se ha evaporado el esfuerzo exploratorio. En los años ochenta se hacían 103 pozos exploratorios por año; en los noventa, 95; en 2010, apenas se hicieron 26.
   La exploración actual es mínima, a pesar del alto precio del petróleo; pero esta declinación no obedece a una cuestión geológica y por eso es remediable. La política energética no preservó nuestras reservas y no prestó atención a que en los últimos años se otorgaron concesiones petroleras a quienes no tenían ni experiencia geológica ni vocación productiva, y por eso no están respetando los compromisos de inversión en exploración asumidos para gozar de las concesiones. Estas concesiones están reguladas por la ley 17.319, y los concesionarios asumen obligaciones de invertir, procurando la conservación de las reservas. Esta norma es crucial cuando se evalúa lo que ha venido ocurriendo, ya que existen evidencias de que importantes concesionarios no están cumpliendo este mandato legal y bajo el cual el Estado, antes nacional y ahora provincial, otorga concesiones (no el derecho de propiedad) para que se desarrollen las reservas. En los últimos años, las 15 provincias petroleras han otorgado 166 concesiones a inversores privados, que se comprometieron a invertir en exploración 1700 millones de dólares. Más de la mitad de estas concesiones fueron otorgadas a empresas sin experiencia técnica en el área petrolera, pero con buenos contactos con el Gobierno.
   El caso más notorio fue la adjudicación de mas 7 millones de hectáreas en Santa Cruz a fines de 2006, ya que las áreas fueron otorgadas a dos empresarios amigos del poder, después de haber descalificado a los demás oferentes, experimentadas empresas petroleras radicadas en la Argentina.
   Es preocupante que en muchas de las áreas concesionadas en el país no hubiera descubrimientos porque en la mayoría no se han realizado inversiones. Se trata de titulares de concesiones que están esperando mayores precios para el petróleo y el gas no para invertir, sino para transferir estos contratos a inversores con recursos y capacidad técnica para explorar y descubrir hidrocarburos. Pero los concesionarios no son propietarios y para mantener la titularidad de una concesión hay que explorar e invertir.
   También es preocupante lo que viene ocurriendo con la antigua empresa estatal, en manos de capitales externos desde 1999. El caso es que desde ese año esta empresa agotó el 76% de las reservas de gas y más de la mitad de las petroleras. Esto no obedece a una dificultad geológica, sino sencillamente al colapso del esfuerzo inversor en busca de reservas, y esto no fue por falta de recursos financieros, porque esta empresa distribuyó en dividendos en efectivo en la última década el 100% de sus utilidades.
   Esta tendencia a tener altos dividendos se acelera cuando ingresa en 2008 como socio un grupo empresario domiciliado en Australia, y se firman acuerdos accionarios que determinan distribuir más del 90% de las utilidades. De hecho, en el trienio 2008-2010 esta empresa líder distribuyó en efectivo, con consentimiento del director nombrado por el Gobierno, nada menos que el 144% de sus utilidades. Esta proporción es muy elevada, ya que el promedio mundial de dividendos petroleros se ubica apenas en alrededor del 30%, lo cual es razonable, ya que estas empresas buscan preservar sus reservas y por eso requieren capitalizar sus beneficios y no distribuirlos en efectivo entre sus accionistas.
   Como se aprecia, en un caso por incumplimiento de los compromisos asumidos por los "nuevos" empresarios del sector, y en el otro por acuerdos entre accionistas consentidos por el Gobierno, el resultado es el mismo: "capitalismo de amigos" con carencia de inversiones exploratorias.
   No hay que olvidar que el petróleo y el gas son diferentes de la soja o el trigo, en los que la producción puede aumentar rápidamente si se hace el esfuerzo. En hidrocarburos, por el contrario, para aumentar la producción es esencial ampliar la disponibilidad de reservas, por eso es necesario invertir más en exploración ahora y sin demoras, porque los plazos son largos.
   Se acabaron más de dos décadas de energía abundante, exportada y barata, y entramos en la etapa de energía escasa, importada y cara. La disponibilidad de energía a costos razonables es crucial para potenciar el crecimiento económico; es mucho lo que habrá que hacer, ya que es hora de desarrollar nuestro potencial, como los abundantes recursos no convencionales.
   El futuro no está en costosas importaciones, sino en nuestro territorio, pero con otra política energética sin capitalismo de amigos.
   © La Nacion
   El autor, economista y miembro del Instituto Di Tella, fue secretario de Energía de la Nación