Un ajuste sin anestesia

En enero de este año los gastos corrientes del Sector Público (sueldos, jubilaciones, compra de bienes y servicios, pago de intereses de la deuda, etc.) aumentaron el 29% en relación a enero del año pasado. En febrero, el incremento de los gastos corrientes fue del 38,6%. Primer bimestre contra primer bimestre el incremento es del 33,7%.

Autor: ROBERTO CACHANOSKY - 23/03/2010


Por el lado de los ingresos tributarios y los aportes al sistema previsional el incremento fue, durante el primer bimestre, del 20% en relación al primer bimestre 2009. Si uno mira solamente el aumento de los ingresos tributarios durante el primer bimestre, la suba fue, luego de coparticipar a las provincias, de solamente el 18%. Claramente por debajo de la inflación real.
   
   Un par de datos adicionales sobre los ingresos tributarios. En el primer bimestre de este año, el IVA DGI, que marca nivel de actividad, subió el 19,1% y el impuesto al cheque creció el 16,6%. Salvo que uno sea tan audaz de pensar que la inflación que informa el Indec es la real, todo parece indicar que el impacto inflacionario ya puede estar afectando el consumo interno y, por lo tanto, el nivel de actividad, salvándose, por supuesto, los sectores ligados a la exportación, pero golpeando duramente a los sectores de ingresos fijos.
   
   Volviendo a los números fiscales del sector público, mientras los gastos corrientes aumentan al mismo ritmo que la tasa de inflación proyectada, los ingresos tributarios y los aportes al sistema previsional suben por debajo de la tasa proyectada y la real. Suponiendo que el Gobierno pone el pie en el freno del gasto en obras públicas pero sigue al mismo ritmo de incremento de gastos e ingresos corrientes, el déficit fiscal se dispara a niveles insospechados. Con este ritmo de aumento de los gastos y de los ingresos, crece el riesgo de un aumento más descontrolado de la inflación, una de las escasas alternativas que hoy tiene el Gobierno para financiar un nivel de gasto público que no sólo es récord en monto, sino también en su baja calidad.
   
   Ahora bien, frente a este complejo escenario fiscal, Cristina Fernández afirma que ella no va a ajustar y, casi como una amenaza, sostuvo que si quieren ajustar, que venga la oposición a hacerse cargo. El problema es que ella va a tener que ajustar de la peor forma o, para ser más preciso, está ajustando de la peor manera. ¿Cuál es? Acelerando la tasa de inflación. Con este ritmo de aumento del gasto y la escasa reacción que se ve por el lado de los ingresos impositivos, Cristina Fernández tendrá que aplicar un fenomenal impuesto inflacionario para poder financiar el desborde de gasto público.
   
   El problema que veo es que no es tan fácil aplicar un creciente impuesto inflacionario sin desborde cuando las expectativas de los agentes económicos es que la inflación para este año superará el 30%. Bajo este escenario puede empezar a producirse lo que los economistas llamamos fuga del dinero. La gente se desprende más rápido de los pesos porque sabe que mañana, esos mismos pesos podrán comprar menos bienes.
   
   ¿Qué hace el productor por su lado? Al retirar mercadería de la estantería para vender tiene que estimar cuánto le costará reponer esa mercadería que tenía en el estante porque si se equivoca en la cuenta pierde capital de trabajo. Con lo que recibe por lo que vendió no repone la mercadería.
   
   Con más pesos en circulación, con esos pesos circulando más rápidamente y con una oferta de bienes y servicios que crece a paso de tortuga, el impacto inflacionario es pleno.
   
   Por más que Moreno trabaje doble turno, en un contexto como éste, con un Banco Central imprimiendo billetes a marcha forzada convalidando las expectativas inflacionarias, no hay control de precios que valga. Y si Moreno se pone muy prepotente, el mercado siempre ajusta, sea por precio o por cantidad. Puesto de otra manera, ante férreos controles de precios comienza el desabastecimiento, algo que más de un ama de casa ya habrá notado en las góndolas de los supermercados. Y si no hay desabastecimiento, el mecanismo de ajuste es por calidad. Los productos son cada vez peores.
   
   Todo esto lleva a la obvia conclusión que el ajuste que implementará la Presidenta será mucho más violento para los sectores de menores ingresos. No hay impuesto más regresivo que el impuesto inflacionario, y es justamente a este impuesto al que está apostando el Gobierno. ¿Por qué es regresivo? Porque lo pagan los sectores de ingresos fijos, fundamentalmente asalariados, jubilados y todos aquellos que dependen de los llamados planes sociales, como lo demuestra categóricamente el informe de Ernesto Kritz.
   
   Claro, negándose a aceptar la realidad, o tal vez por ignorancia en temas económicos, el argumento que esgrime Cristina Fernández es que si le dejan usar las reservas, no sólo no habrá ajuste sino que, además, bajará el riesgo país, las empresas podrán endeudarse a tasas más bajas, habrá más inversiones y todos seremos felices.
   
   En primer lugar, con el ritmo de gasto que llevan, el Fondo de Desendeudamiento de U$S 6500 millones será sólo el aperitivo para el Gobierno. En segundo lugar, la arbitrariedad en las reglas de juego que ha aplicado este gobierno ha generado una fenomenal fuga de capitales.
   
   El tan cacareado aumento de las reservas ha sido un verdadero fracaso. Néstor Kirchner recibió el Gobierno con U$S 11.087 millones. Al 31 de diciembre pasado las reservas informadas por el BCRA (truchadas con los encajes en dólares) eran de U$S 47.967 millones. El incremento de las reservas fue de U$S 36.880 millones, de las cuales, unas U$S 16.000 millones fueron compradas contra deuda del BCRA y el resto contra el impuesto inflacionario.
   
   Ahora bien, contra un aumento trucho de U$S 36.880 millones de reservas, hubo un saldo de balance comercial acumulado de U$S 93.131 millones, esto quiere decir que bajo el kirchnerismo se fugaron U$S 56.251 millones, y una parte importante de esa cifra fue antes de la crisis internacional. A los Kirchner se le fugaron capitales por el equivalente al 60% del saldo de balance comercial.
   
   ¿Qué hace pensar que con un gobierno cada vez más arbitrario en las medidas, con déficit fiscal descontrolándose, inflación en alza y creciente deterioro del tipo de cambio "competitivo", alguien va a invertir en Argentina? Sólo en el mundo virtual de los Kirchner puede pasar por la cabeza semejante sueño.
   
   Mientras tanto, el mundo real indica que, por más que juren que jamás harán el ajuste, el mismo se está produciendo de la forma más brutal e injusta que pueda implementarse: aplicando el impuesto inflacionario. Un verdadero ajuste sin anestesia.