El autismo tan temido
El autor sostiene que la Argentina podría producir 150 millones de toneladas de granos, pero considera que, para ello, es necesario establecer un sistema que proteja a la propiedad intelectual y que permita la llegada al país de los últimos eventos biotecnológicos. Afirma que la actitud que está tomando la Argentina en esta materia es una muestra de autismo.
Autor: MIGUEL RAPELA - 11/07/2009
Una palabra parecería estar instalándose en los últimos tiempos: autismo.
Aplicada al comportamiento siempre "de los otros", a menudo no nos detenemos a pensar cuan autistas podemos ser en el estrecho terreno laboral en el que nos movemos.
Dice el Diccionario de la Real Academia Española que autismo proviene del griego autoc, o sea uno mismo.
En su primera acepción, autismo es un repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma.
En medicina, es un síndrome caracterizado por una incapacidad de las personas a mantener contacto verbal y afectivo con los demás y por la necesidad de mantener absolutamente estable el entorno.
El eterno y nunca resuelto problema sobre el sistema de protección intelectual de las variedades y biotecnología vegetal y el marco adecuado para asegurar el progreso tecnológico en esta materia hoy cabe considerarlo como un autismo discursivo.
No vale la pena siquiera mirar qué ocurre en otros países como los Estados Unidos o la Unión Europea, sino tan sólo analizar el contexto del Mercosur.
Así, por ejemplo, Uruguay acaba de modificar hace un par de meses su legislación de semillas a fin de otorgarle plena validez al sistema de contratos privados conocido como regalía extendida, haciendo expresa salvedad que el pequeño agricultor posee un derecho de orden público que lo exceptúa.
En Brasil, todos los actores del sistema se han puesto en acuerdo en establecer un sistema de captura de valor basado en tecnologías patentadas que funciona aceptablemente bien.
En Paraguay, ocurrió algo similar al Brasil, pero altamente imaginativo y cooperativo; todas las partes se pusieron de acuerdo en implementar un sistema para compartir el valor de las nuevas tecnologías, estén o no protegidas por algún derecho de propiedad intelectual.
Asimismo, y exclusivamente para soja, también se introdujeron reformas al sistema y también emergió la figura del pequeño agricultor.
Y saliendo del Mercosur, pero siguiendo con nuestros países vecinos, Bolivia posee la legislación más avanzada de Sudamérica en materia de protección intelectual de variedades vegetales, y Chile está cumplimentando los pasos para modificar toda su legislación por medio de la adopción del sistema de UPOV 1991.
Sin dudas, no estamos mirando para otro lado. Por el contrario, parecería evidente que ya no miramos para ningún lado y nos hemos replegado sobre nosotros mismos, quizás convencidos que de esa manera estamos protegidos de un mundo que cambia permanentemente y se globaliza cada día más.
De acuerdo a la información que trascendió esta semana, una de las más importantes compañías semilleras del mundo finalizó la presentación regulatoria en Brasil de sus semillas de soja con protección combinada contra insectos y segunda generación de resistencia al herbicida glifosato.
La misma empresa avanzó también con el sistema regulatorio de Paraguay para poder comenzar con los primeros ensayos regulados.
La nueva soja es un producto con eventos biotecnológicos acumulados que proporciona tanto protección ante insectos lepidópteros como tolerancia a los herbicidas agrícolas que contienen glifosato.
Además de ello y debido a ciertas particularidades del sitio de inserción en el genoma de estos genes, la nueva soja tendría un rendimiento incremental estimado respecto de la soja RR que se usa actualmente en Argentina del orden del 10% al 15%.
A comienzos de 2009 la Unión Europea aprobó la importación del grano y subproductos de estas nuevas sojas.
A pesar de la gran oportunidad que esta tecnología y otras desarrolladas por las restantes compañías podría representar para nuestros agricultores y la economía nacional, no se ha podido avanzar ni un paso.
Ni tan siquiera las compañías involucradas han iniciado sus expedientes ante la Secretaría de Agricultura para lograr la liberación comercial de los nuevos eventos biotecnológicos. Lentamente nuestro liderazgo regional se desvanece.
Por si faltaran más condimentos negativos, justamente el sistema de bioseguridad que se implementó en Argentina desde el año 1991, reconocido internacionalmente como modelo a ser tenido en cuenta.
Además, este es uno de los escasos ejemplos de una política de Estado que Argentina puede mostrar, que ha sido puesto en tela de juicio.
Los ataques a la soja transgénica, por ejemplo, permanentemente se sostienen en una crítica destructiva al sistema nacional de bioseguridad.
La medicina nos dice que los tratamientos para el autismo se focalizan en el control y mejoramiento de los síntomas por medio del desarrollo de programas de actividades constructivas, modificación de conductas, comportamientos y terapias de comunicación.
El fin último es recuperar al autista integrándolo a la sociedad.
Probablemente, entonces, para salir del autismo discursivo en el que está el problema de la propiedad intelectual sobre variedades y biotecnología vegetal, no sea entonces necesario inventar nada.
Deberíamos, eso sí, empezar con la terapia, reconocer que el autismo conduce al aislamiento, modificar nuestra conducta, controlar sus síntomas y desarrollar una discusión franca, abierta y constructiva.
El fin sería uno solo; reintegrarnos al mundo.
Soñar con llegar a las 150 millones de toneladas de producción de granos es, sin lugar a dudas, posible.
Pero la realidad indica que a esa meta se llega únicamente con investigación, con la generación de conocimientos, con la aplicación práctica de tecnologías e innovación.
Difícilmente esto pueda lograrse en el actual marco del sistema de propiedad intelectual.
Comparaciones
Todos los países vecinos, incluyendo a Bolivia, tienen buenos sistemas
Terapia
Para que se cure el autismo, hay que modificar conductas y cambiar el discurso