Vendiendo las joyas de la abuela
En los tiempos que corren y dadas las turbulencias a las que últimamente nos vemos expuestos en nuestro país, los escenarios se tornan confusos y, como consecuencia de ello, con mayor frecuencia que lo normal, el árbol no nos deja ver el bosque.
Autor: ROBERTO A. PEIRETTI - 09/08/2008
A las enseñanzas recogidas a lo largo de mi peregrinaje por diversos países del mundo representando a Aapresid y llevando a ellos nuestros conocimientos y desarrollos en materia agro-productiva, basados en el sistema de Siembra Directa (en el cual, junto a otros países de América, nos encontramos a la vanguardia del mundo), hoy puedo sumarle mi última experiencia por Sudáfrica, desde donde acabo de regresar.
Como siempre ocurre en este tipo de intercambio, además de llevar conocimiento y experiencia, pude aprender mucho de ellos en lo que respecta a cómo aprovechar, enfrentar y resolver los comunes desafíos y oportunidades que el mundo en que vivimos (que más que estar globalizándose ya funciona como una unidad global) nos plantea por igual a todos los países del planeta.
Esta visita a Sudáfrica fue muy oportuna pues, entre otras, y por comparación con nuestro país, me permitió tomar plena conciencia del aparente desconocimiento y hasta desorientación que cunde en la mayoría de nuestros gobernantes al momento de valorar y justipreciar adecuadamente el tremendo potencial que nuestro bendito país posee al considerar tanto la calidad de nuestros suelos y climas, como la de nuestro interior y su gente, que basados tanto en su actividad agro-productiva madre, como en sus industrias y comercio y servicios allí radicados, dan origen y movilidad a una de las más relevantes cadenas de valor del país.
Los beneficios derivados de la misma alcanzan rápidamente, en forma transversal, a todo los rincones del país, incluyendo los sectores urbanos, derramando sobre ellos los bienes y riquezas genuinamente creadas.
En este sentido, el ejemplo de la agricultura de Sudáfrica me dejó una enseñanza mayor: "si se aspira como sociedad a crear y aumentar el bienestar general a partir de la genuina generación de riquezas, lo que naturalmente estimula el desarrollo e incremento del capital social del país en su conjunto, no debe menospreciarse ni tampoco apropiarse de las riquezas generadas en el interior de una nación".
Si se permite el libre fluir de este proceso, se ingresa en un espiral ascendente y virtuoso capaz de generar más riquezas y capital social a partir del existente. Con esta fórmula en plena vigencia, he visto cómo ellos -la gente de Sudáfrica- han aprendido a superar limitaciones de diversos tipos, entre ellas las agroecológicas, de magnitud tal que, para nosotros y bajo nuestra óptica y escenario político y socio-económico, habrían sido en general consideradas como insuperables.
Por limitado que sean los escenarios agro-productivos sudafricanos, ellos han creado un marco económico y político que les permite enfrentarlos y superarlos. Por ejemplo, cultivan con éxito en suelos pedregosos con 400 a 500 milímetros anuales, teniendo la necesidad de importar sus fertilizantes y la desventaja económica de no poseer petróleo.
También construyen diques para irrigar, transportan el agua por decenas de kilómetros para dar de beber a sus ovejas (que cotizan a dos dólares el kilo vivo, precio similar al recibido por la hacienda bovina en pie), pagan la leche al productor el doble de lo que cobra un productor argentino y son capaces de satisfacer a su mercado interno, exportando sus excedentes. Todo esto lo logran operando abiertos al mercado internacional, tanto en sus costos como en el valor de sus producciones, y en los últimos años progresaron en forma permanente.
En contraste, en nuestro país, desde que comenzó a desarrollarse e intensificarse la agricultura hace más de un siglo, hemos estado extrayendo más nutrientes de nuestros suelos que los que hemos repuesto. Como ejemplo puede mencionarse que durante los años setenta sólo se utilizaban como figura promedio diez kilogramos de fertilizantes por hectárea y por año, cuando ese valor en promedio debiera haber sido entre quince y veinticinco veces mayor para poder alcanzar la reposición de los nutrientes extraídos con las cosechas.
Los sucesivos gobiernos, a través de la aplicación de las retenciones, desincentivaron -y desincentivan en la actualidad- la posibilidad económica de reponer los nutrientes y, por tanto, puede considerarse que, junto a nuestros granos y derivados, hemos estado vendiendo una parte relevante de nuestro patrimonio suelo.
Hoy -y por mucho tiempo en el pasado-, cualquier productor que pretenda trabajar reponiendo todos los nutrientes encuentra que su ecuación económica no cierra con un adecuado margen de utilidad y, por tanto, no puede operar bajo esa premisa. Desde tal punto de vista, continuamos perdiendo competitividad en el presente y, además, comprometemos seriamente la futura.
Al momento de hablar de "ganancias extraordinarias" del sector agropecuario debido a la suba de los precios a nivel mundial, en el cálculo del beneficio económico deben respetarse las normas económicas y contables más básicas. Si así lo hacemos al calcular el beneficio, deben incluirse no sólo la suba del precio de los productos agropecuarios, sino también las extraordinarias subas del valor de los fertilizantes (en algunos casos de más del 250 % en poco más de un año), así como también los costos derivados de "la pérdida patrimonial de valor por los nutrientes extraídos y no repuestos".
Haciendo este cálculo para lo ocurrido durante el último siglo, tomando el monto de dinero que representaron las retenciones (aplicadas discriminatoriamente a la actividad agropecuaria, en la mayoría de los casos, y por más de cincuenta años), el dinero recaudado no alcanzaría para comprar, al precio actual, los nutrientes necesarios para reponer los extraídos durante el mismo período.
El árbol parece no dejarnos ver el bosque y, por tanto, en lugar de facilitar la creación de riquezas y de capital social, !!!"continuamos vendiendo las joyas la abuela", al menos mientras aún nos quede alguna¡¡¡.
¿Como será nuestro futuro y el de nuestros hijos cuando esas joyas se acaben para siempre ?.
Nota de la Redacción: Roberto A. Peiretti. Ing. agr. (Ms. Sc.) y directivo de AAPRESID, además de ingeniero agrónomo, es también ex Presidente de CAAPAS (Confederación de Asociaciones Americanas por una Agricultura Sustentable -www.caapas.org