Sueños y pesadillas.

Fernando Henrique Cardoso hace tiempo que acuñó el concepto de "utopías regresivas" para aludir a esos fantasmas del pasado que aún recorren nuestra América latina y le impiden afrontar con éxito los desafíos del mundo global.

Autor: JULIO MARIA SANGUINETTI - 12/04/2008



   Es muy curioso que el pensamiento marxista, o simplemente ligado al viejo intervencionismo, hoy derrumbado en el mundo, sobreviva entre nosotros, a veces de modo expreso, en ocasiones de manera subliminal, como en aquel burgués gentilhombre de Molière, que hablaba en prosa y no lo sabía. Basta con encender el televisor en cualquier capital del continente para encontrarnos con un aluvión de repe! tidores ingenuos de los viejos eslóganes de los años 60. Cada tanto se hace imprescindible retornar al tema, para recordar, simplemente, las lecciones de la realidad.
   
   Estos días, por ejemplo, se discute en Venezuela la nacionalización de sus fábricas de cemento, todas multinacionales, encabezadas por Cemex, la gigantesca empresa mexicana. El argumento es que exportan demasiado, cuando, según el gobierno, deberían replegarse estrictamente sobre el mercado interno. Se conjugan así dos de los más persistentes tópicos latinoamericanos: el de la nacionalización y el del desarrollo hacia adentro.
   
   El primero es recurrente. Por cierto, la experiencia nos dice que privatizar no es un remedio milagroso para las ineficiencias, pero que, tanto o más que la propiedad, lo importante es que haya competencia. ¿Qué sentido tiene, entonces, invertir cuantiosas fortunas para comprar empresas que ya están funcionando, construir monopolios y no agregar una tonelada de producción! ? Así se relegan inversiones imprescindibles en infraestructuras cuya falta explica la aparente paradoja de que, sentada encima de enormes reservas petroleras y gasíferas, la región vive al borde de la crisis.
   
   Aparece, entonces, el otro fantasma: la empresa no protege el mercado interno y privilegia la exportación. Asoma de inmediato la obvia pregunta: ¿por qué la construcción nacional no puede pagar por el cemento el mismo precio que el mercado exterior, pese a la ventaja de un flete mucho más barato? ¿No se advierte que cerrando el mercado simplemente habrá más costo para quienes quieran acceder a una vivienda? Soy de los que en su tiempo defendió el desarrollo de ese mercado interno, cuando el mundo estaba bloqueado y los mercados cerrados; hoy, en el escenario globalizado, se compite en el mercado exterior o simplemente se marcha hacia atrás. ¿Cómo creció Chile? ¿Cómo se transformó España? ¿Qué hace hoy una China que sigue llamándose comunista pero compite con ambición en todos los mercados del mundo, grandes o pequeños? La experie! ncia histórica, ¿no sirve de nada?
   
   En otro plano, asistimos a las dramáticas alternativas provocadas por la vieja guerrilla de las FARC colombianas, organización terrorista cuya asociación con el narcotráfico nadie niega. Pero resulta que hasta un presidente llegó a decir que se trata de un movimiento respetable, mientras muchos periodistas, a veces sin advertirlo, terminan endosando la responsabilidad al Estado democrático que sacrificadamente se defiende y no a los secuestradores que cruelmente maltratan a sus víctimas. En el fondo, sobrevive el resorte psicológico de la fascinación revolucionaria, que envuelve su violencia con un aura romántica. Así se sustenta hasta hoy el mito de Fidel Castro, un gobernante autoritario con medio siglo de tiranía, al cual se lo llama "presidente" y no dictador, en un país donde hay un solo partido, un solo diario y una sola televisión, subordinados todos al poder absoluto. Acaba de anunciarse como algo revolucionario la venta de! teléfonos celulares y de algunos tipos de PC, pero "el Comandante" es el "presidente", y no un dictador como Pinochet y tantos otros que en el mundo han sido.
   
   Todo esto se emparienta con el antiyanquismo, otro dinosaurio mitológico, que hace de cualquier irresponsable un combatiente progresista mientras ataque a los EE.UU. La histórica Rusia convive en paz con su viejo rival. China es, prácticamente, un socio. Pero en nuestro hemisferio nadie puede ser intelectualmente respetado si no cultiva el odio a los norteamericanos. Que la guerra del Irak fue un gravísimo error, de acuerdo. Pero los EE.UU. no son sólo ese conflicto, sino también una formidable democracia, a la que vemos efervescente en esas largas elecciones primarias en que los candidatos discuten, confrontan y todo lo ventilan, ante la mirada escrutadora de los ciudadanos. Lo cual nos conduce, por oposición, a otra gran utopía regresiva que aún campea en nuestro hemisferio: la de la representatividad de la plaza pública, la de la "democracia directa" de la gente en la calle, ! la del piquete y la corporación agresiva, que disuelven los derechos individuales en la prepotencia del grupo organizado y usurpan el poder público que en las democracias representativas se concentra en el Estado.
   
   Difícil sigue siendo salir de esos sueños, que retornan en largas pesadillas, sofocantes del buen juicio. En el París de los años 50 se decía que más valía equivocarse con Sartre que acertar con Raymond Aron. Mayo del 68, hace justo 40 años, fue el último acto de esa elegante irracionalidad. Desde entonces, el socialismo europeo se asumió sin ambages como socialdemocracia y el nacionalismo se impregnó del pensamiento liberal. En estos barrios, desgraciadamente, seguimos soñando dormidos, al pie de lo que ya fue. Esperemos no despertar demasiado tarde.
   
   El autor fue en dos ocasiones presidente del Uruguay.