En defensa de un país agroindustrial

Si para solucionar problemas de coyuntura hay que eliminar incentivos para transformar la materia prima en el país, tenemos un grave problema con nuestra dirigencia. Eliminar el diferencial arancelario para la exportación de soja para integrar el fondo para subsidiar los alimentos sería un nuevo parche en las políticas para promover el sector agroindustrial. Con retenciones del 20% es extemporáneo hacer propuestas de ese tipo. Primero hay que eliminar las retenciones y después abrir el debate si fuera necesario.

Autor: ARTURO NAVARRO - 02/10/2007


Si para solucionar problemas de coyuntura hay que eliminar incentivos para transformar la materia prima en el país, tenemos un grave problema con nuestra dirigencia. Eliminar el diferencial arancelario para la exportación de soja para integrar el fondo para subsidiar los alimentos sería un nuevo parche en las políticas para promover el sector agroindustrial. Con retenciones del 20% es extemporáneo hacer propuestas de ese tipo. Primero hay que eliminar las retenciones y después abrir el debate si fuera necesario.
   
   Hace un tiempo se redujeron los reembolsos a los productos con valor agregado para exportar, entre ellos la carne, como una forma de aumentar la oferta para el consumo interno y hacer bajar el precio en el mostrador, medida que hoy está mostrando nefastas consecuencias. La pérdida de los mercados y la baja confiabilidad que tenemos como proveedores, es otro costo más por la intervención del Gobierno en las decisiones empresariales.
   
   Sería recomendable que los dirigentes conocieran las políticas arancelarias que aplican China, India y otros países al ingreso de productos elaborados para saber qué políticas hay que defender. La estrategia de esos países es comprar materia prima para elaborar, cobrando altos aranceles por el ingreso de aceites y harinas, para defender su industria. Como ejemplos, tenemos que India aplica un arancel al aceite del 45%; China, del 9%; México, del 20%, y Estados Unidos, del 19,1%. En el caso de China, que es el mayor comprador de soja, además aplica normas sanitarias imprevista y arbitrariamente para el ingreso de harinas.
   
   Ante estos datos, ¿quiere nuestra dirigencia que las empresas del complejo sojero y otras industrias, se instalen en esos países para elaborar la materia prima en destino? ¿No entiende que la transformación de la materia prima en origen es la que va a dar vida a todos los pueblos del interior? Por eso, analicemos los resultados de las políticas aplicadas respecto de los complejos oleaginosos en Brasil y la Argentina, entre 1995 y 2005. Durante ese período, Brasil eliminó la protección a su industria aceitera, y prácticamente todo el crecimiento de su producción se exportó como grano, mientras que la industria aceitera apenas mejoró su molienda. En 1995, la producción brasileña de soja fue 26 millones de toneladas; la molienda alcanzó 22 millones y se exportó como grano 3,6 millones; en 2005, la producción aumentó a 53 millones de toneladas, se molió solamente 31,8 millones y se exportó 22,4 millones en grano. Es decir, incrementó su producción el 103,5%, pero la molienda creció solamente un 44 por ciento.
   
   En la Argentina, en 1995, la producción fue de 12,5 millones de toneladas; la molienda, de 9,1 millones, y se exportaban 2,5 millones de toneladas en grano, por lo que se pasó en 2005 a una producción de 39,8 millones de toneladas, la molienda pasó a 28,7 millones y la exportación, a 9,9 millones. Es decir, la producción se incrementó el 218,4%, y paralelamente, la molienda, 215,2%. Así, manteniendo su política, la Argentina logró consolidar uno de los complejos oleaginosos más competitivos.
   
   Pero los enemigos de los productores no son otros que los integrantes de las cadenas. Y los funcionarios y sus intervenciones en las decisiones empresariales son los principales responsables de que al productor no reciba el valor total de su producción. Cuando pretendemos solucionar esta coyuntura, desconociendo o modificando las políticas de largo plazo, no salimos del fracaso
   
   Cada día que pasa, el valor de la materia prima en el producto terminado representa un porcentaje menor; de ahí, la pérdida del poder político de la producción. Y por eso hay que trabajar integrando a todos los protagonistas. Ahora, debe quedar en claro qué modelo de país queremos construir: si vamos a seguir siendo proveedores de materia prima solamente o nos convertiremos en importantes y confiables exportadores de aceites, harina, biodiésel y todo tipo de alimentos y derivados.