Una propuesta para transparentar el mercado de trigo

Si se siguen cometiendo los mismos errores con el mercado de trigo se profundizará aún más la falta de transparencia y el enfrentamiento entre los miembros de la cadena. Debemos, por el contrario, evitar la confrontación entre productores, comerciantes y consumidores para construir un país diferente, en el marco de un sistema republicano de gobierno en el cual las instituciones funcionen conjuntamente con las libertades políticas y económicas.

Autor: ARTURO NAVARRO - 23/08/2007



   La suba del valor del trigo en los mercados repercute en el precio del pan, y al tratarse de un insumo fundamental, los gobiernos siempre quieren limitar la suba. Lamentablemente, la única receta que conocen nuestros políticos a la hora de hacerlo es intervenir en los mercados y amenazar con aumentar las retenciones a la exportación.
   
   El resultado es siempre el mismo: provocará una nueva caída de expectativa en la siembra de trigo para el ciclo 2008-2009 (que se define en estos momentos). No hay que confundirse: el precio del pan sigue subiendo igualmente porque el trigo representa sólo el 12% de la composición del costo del pan. Así, siempre es más fácil echarle la culpa al sector por la suba que asumir la responsabilidad del aumento de la inflación –por ahora escondida- que repercute en todos los otros costos del pan.
   
   Hace casi un año sostuve que el país estaba en condiciones (para el ciclo 2007-2008 y con precios, en aquel entonces, de 135 dólares) de pasar de una siembra de 5,4 millones de hectáreas a 7 millones: con 3000 Kg. por hectárea podíamos cosechar 21 millones de toneladas. Como la siembra fue, efectivamente, de 5,4 millones de hectáreas, el volumen cosechado es sólo de 15 millones de toneladas. Para ponerlo claramente: tenemos 6 millones menos de toneladas para exportar gracias a la intervención del Gobierno en el negocio empresario.
   
   De los 5,4 millones de toneladas de trigo que consume el mercado interno, sólo 2 millones se usan para fabricar pan para consumo popular; el resto se destina a panificaciones especiales, trigo para fabricar harina exportable y las semillas necesarias para la futura siembra. Por lo tanto, las 3,4 millones de toneladas restantes pueden tomar, sin ningún problema, los valores del mercado de trigo internacional: para hacer políticas sociales serían sólo 2 millones de toneladas, que a 170 dólares cada una, representan 340 millones de dólares.
   
   Si hubiésemos aumentado la producción en 6 millones de toneladas (a 170 dólares cada una) hubiesen ingresado al país 1020 millones de dólares más, es decir, un importe muy superior a los 340 millones que se necesitan para la fabricación de pan para el consumo interno. Como se ve, si tenemos en cuenta el valor hipotético total de la producción de trigo para el año 2008-2009 (unos 3570 millones de dólares, siempre y cuando se apliquen las medidas necesarias para aumentar la producción y exportación), aquella cifra, en comparación, es muy reducida.
   
   Hay que hacerse algunas preguntas. ¿Debemos atender la demanda de pan a un precio político para 39 millones de habitantes o debemos identificar a los ciudadanos que realmente precisan la atención del Estado? ¿Vamos a seguir defendiendo políticas por las cuales los pobres subsidian a los pudientes, como ocurre con el pan, la carne, el gas y otros insumos y servicios? ¿Podremos algún día identificar, a través de un padrón nacional, a quienes realmente necesitan contar con un subsidio mensual para atender sus necesidades básicas -no sólo carne y pan baratos-, a través de una tarjeta, para terminar con el clientelismo y la demagogia?
   
   Con estos datos de nuestra realidad quiero hacer una propuesta concreta para terminar con una idea arraigada en nuestra dirigencia política: que los precios internacionales no pueden ser iguales a los internos. Y para llevar a cabo esta falsa idea implementan políticas sin equidad social que provocan, al mismo tiempo, una caída de la producción, como ocurrió en el ciclo 2007-2008. Si no se corrige esto, para el ciclo 2008-2009 y a pesar del precio internacional inédito del trigo, se repetirá el mismo escenario.
   
   Mi propuesta se compone de los siguientes puntos:
   
   a) El mercado de trigo debe funcionar libremente para que el productor reciba el total del valor internacional;
   
   b) Deben eliminarse todas las intervenciones en el mercado de trigo;
   
   c) Debe promoverse la transparencia en toda la cadena de trigo, harina y pan, como la única manera de generar igualdad de condiciones en la competencia;
   
   d) Que se abra el registro de exportacion de trigo para anotar la operaciones futuras, volver previsibles a los mercados y permitir la toma total de los valores de los granos;
   
   e) Que el Estado use los mayores recursos del aumento de la producción y exportación para atender los problemas de los más necesitados;
   
   f) Que todos los subsidios se implementen con seriedad, para limitar la corrupción inherente a estas políticas;
   
   g) Que en el mediano plazo se implemente un padrón nacional -transparente y ecuánime- para atender a todos los ciudadanos con necesidades insatisfechas.
   
   Sin embargo, el mejor plan social es generar trabajo genuino. Hay que incentivar la inversión, la transformación y la exportación para crear mejores trabajos -con condiciones laborales dignas- que activen el interior del país. Generando esto, el Estado cumplirá con sus funciones indelegables sin la necesidad de castigar al sector agropecuario y agroindustrial, y sin la necesidad de políticas arcaicas para el siglo XXI que disminuyen considerablemente la producción.
   
   Mi propuesta apunta, para concluir, a agrandar ‘la torta’ para que el Estado atienda como corresponde a quienes realmente lo necesitan.