La politica y los productores agropecuarias. Una relacion a ser reconstruída.
La última medida intervencionista en el comercio de carnes, prohibiendo la faena de animales de menos de 300 kilos a partir del 1 de noviembre próximo es la representación de un hecho que va mucho más allá de las actuales autoridades y que debe preocupar permanentemente al productor agropecuario: Su propia ineficacia al momento de debatir sobre Política con el equipo gobernante
Autor: JUAN CRUZ JAIME - 15/11/2006
Sin embargo, esto no siempre fue así. Los productores fueron factor de la historia y el progreso argentino desde la época de la emancipación, pero actuaron en forma conjunta y adecuado fundamentalmente en la llamada Generación del Ochenta, donde el modelo agroexportador se entendió política de Estado llevada a cabo por una verdadera “clase dirigente”. Fue la única vez que se dio en la Argentina.
A partir de entonces hay un conjunto de actores con intereses divergentes, cada uno con representatividad relativa, que por origen y formación no pueden conjugarse con los otros actores del proceso social para conformar una élite.
En ello tuvieron mucho que ver los mismos productores agropecuarios, que delegaron su responsabilidad en tanto clase dirigente, a partir de la década del cuarenta, permitiendo el inicio de la intervención estatal en sus asuntos.
Fue cuando las retenciones, los precios máximos, las vedas y otros “inventos” llegaron al lenguaje de los políticos en cuanto la inflación se acelera un poco, en la certeza del gobernante de turno de que el campo cumple sólo dos funciones: financiar al sector público y mantener bajo el precio de los alimentos.
En los últimos años han comenzado a formar parte del Poder Legislativo algunos dirigentes agropecuarios que en las décadas del ochenta y el noventa presidieron alguna de las cuatro gremiales. Así, ex presidentes de CRA, la Sociedad Rural y Federación Agraria han sido o son diputados nacionales o provinciales. Sin embargo, esta actitud es vista por el sector en su conjunto un poco de soslayo, en la idea de que la política corrompe antes que dignifica. En realidad, y esto deben comprenderlo bien los productores, la corrupción por parte de los vicios de la política dependen de la entereza moral de cada ser humano y no de la política per sé.
Más de medio siglo de delegar la responsabilidad de la conducción han llevado al productor a no distinguir claramente entre poder e influencia. Poder es el que tiene el Presidente para determinar los actos que lleva adelante en su modelo de Nación. Influencia – si es que la tiene - es la que ejerce el secretario de Agricultura cuando trata de elevar una idea que considera beneficiosa para el sector.
Mientras que en 1910 de los ocho ministros, seis pertenecían al sector agropecuario, en 1935 eran tres y desde 1970 ya no había ni uno. Bajar al sector del rango de Ministerio al de Secretaría convirtió a los secretarios de Agricultura en condicionados voceros de un sector que muchas veces fue objeto de permanentes discriminaciones y hasta se llegó a descenderlo al rango de subsecretaría a principios de la década de los noventa y en 2002.
La inexistencia de Ministerio pone al sector en situación de desventaja no sólo en cuanto a aplicación de políticas beneficiosas sino que también crean problemas de protocolo a nivel internacional. Aunque parezca un argumento sólo protocolar, es cierto, y esto les consta a todos los que han ocupado el rango de secretario de Agricultura en las últimas dos décadas, que en todas las reuniones internacionales los ministros, aunque fueran de los países en vías de desarrollo, se sentaron en primera fila y los secretarios de Agricultura de la Argentina lo hacen en la segunda. Este tal vez sea un argumento menor para algunos, pero importante en el caso de las reuniones internacionales donde se discuten temas trascendentales del sector rural. Además, somos el único país del Mercosur donde el sector agropecuario no tiene rango ministerial.
Hoy más que nunca es el momento en que el sector agropecuario está obligado a interrelacionarse con el sector público a través del control de gestión y del posicionamiento del sector en lugares claves si desea ser escuchado como parte del modelo de Nación al que se aspira. Ello los obliga a la necesidad de compromisos para lograr mayor poder. El voto periódico debe ser complementados con otras instancias de participación que involucren al productor activamente en las decisiones del gobierno.
Debemos saber que ninguna de las fuerzas políticas a disputarse los cargos legislativos en octubre considera al sector como el motor dinamizante de la sociedad argentina. Por lo tanto, la participación resulta imprescindible para alcanzar los objetivos propuestos. En tal sentido, los gobiernos locales, debido a su cercanía con los problemas tangibles, se convierte en el escenario más propicio para comenzar los mecanismos de participación del sector. Allí debe comenzar a militar políticamente el productor.
La clave para la correcta integración entre el sector público y el agropecuario estará dada por la capacidad de éste último para volver a convertirse en el factor de la historia.