La misión de la dirigencia

"Si tenemos la capacidad de cambiar nuestra forma de pensar y de trabajar como país, vamos a poder aprovechar este escenario internacional inédito para poder hacer un gran aporte a la Argentina desde el complejo agropecuario", indica el autor. "La dirigencia del sector también tiene la obligación de hacer un cambio profundo en su gestión", afirma.

Autor: ARTURO NAVARRO - 10/11/2006



   El sector agropecuario y agroindustrial pudo aprovechar hasta ahora las ventajas de la propuesta económica del grupo productivo que reemplazó a la ley de convertibilidad. Hoy estamos viendo los primeros coletazos negativos de dicha política, debido a no ser sustentable en el tiempo por la idiosincrasia de nuestra sociedad, la permanente incoherencia de nuestra dirigencia y la grave marginación en que quedaron muchos argentinos después de la devaluación y pesificación promovida en el 2002.
   
   Hay que coincidir en que era necesario cambiar dichas variables económicas pero no de esa forma y en tan reducido tiempo: este error benefició a un grupo muy reducido de argentinos "mejor informados" y perjudicó a la gran mayoría de habitantes del país. No conozco ningún pobre al cual la pesificación mejorase su situación; sin embargo, se le fijó el impuesto inflacionario —el impuesto de los pobres— a pesar de haber soportado la mayor caída de salario del que se tenga memoria en el país.
   
   Quienes promovieron estas políticas —especialmente los dirigentes del sector agropecuario y sindical— tendrán que asumir su responsabilidad. Nunca más podemos aceptar políticas económicas de dólar artificialmente alto y de sustitución de importaciones, porque el fin principal de dichas políticas es poder justificar las retenciones a la exportación, sin importar las consecuencias para productores y asalariados. Con este método mejoran los ingresos de recaudación por mayores exportaciones en el corto plazo y de esa forma se puede consolidar el poder político como lo está haciendo el Gobierno. Este es el porqué de la negativa a modificar este sistema y esta misma actid se refleja en casi todas las propuestas opositoras.
   
   Si la dirigencia en general no asume esta verdad incontrastable sobre las consecuencias de mantener la actual política, de la cual ya tenemos sobradas experiencias negativas en el país, será muy difícil poder encontrar soluciones permanentes para impedir una nueva crisis en los precios relativos. Hoy se puede mantener un sistema como el actual por las extraordinarias condiciones de la economía mundial y los precios de nuestros commodities, que disimulan todas las críticas sobre las consecuencias de esta política.
   
   No se deben seguir escondiendo bajo la alfombra las grandes transformaciones que son necesarias hacer. Para ejemplificar los graves problemas que traen estas políticas y la incoherencia de las ventajas de un dólar alto —cuando se pretende defender al consumidor— hay que analizar lo ocurrido con SanCor. Se trata de una empresa que venía con problemas desde antes de la ruptura con la convertibilidad, pero que si hubiera podido planificar a futuro sus ingresos con las actuales condiciones, con seguridad podría haber mantenido su capital accionario. Esto que ocurrió con SanCor es similar a lo que está ocurriendo con algunas industrias frigoríficas que tuvieron que vender para salvar su patrimonio.
   
   La situación en que se encuentra el mercado de la carne es otra muestra patética de las consecuencias de esta política. Lo ocurrido con la intervención en el mercado de la carne al ponerle precios máximos a los cortes y prohibiendo la exportación fue el detonante que motivó la intervención en todos los rubros de la canasta familiar.
   
   Como no alcanzó con esa intervención ahora hacen lo mismo con el trigo y el maíz. Lo mismo ocurrió con la política energética que provocó la falta de gasoil. Tal es la desorientación de funcionarios y dirigentes en el actual escenario: no aciertan con ninguna propuesta y no quieren darse cuenta que el camino para encontrar la solución es distinto al que vienen recorriendo. Los grandes perdedores son los pequeños productores y los consumidores más pobres porque los beneficios de estas políticas nunca llegan a ellos.
   
   En estos momentos tan particulares del mundo y del país, las propuestas de la oposición van a ser fundamentales si son innovadoras en los político, social y económico, propuestas que consoliden el sistema republicano en forma permanente. No alcanza con una alternativa a la del Gobierno, por más educada que sea. Las propuestas tienen que ser concreta y tienen que estar pensada para el interior profundo del país y sus necesidades: hay que dejar de mirar al interior como algo muy distante porque el poder real esta en la Capital y el Gran Buenos Aires. Hay que proponer reglas de juego institucionales que hagan sostenible y equitativo el crecimiento para el sector agropecuario y agroindustrial de todo el interior.
   
   Concretamente hay que proponer a una nueva ley de coparticipación en la cual el municipio reciba su recaudación en forma automática y en tiempo real. Esa propuesta hay que complementarla con una profunda reforma impositiva que elimine todos los impuestos distorsivos —como las retenciones a la exportación y el impuesto al cheque—.
   
   La dirigencia del sector también tiene la obligación de hacer un cambio profundo en su gestión y consensuar la verdadera política productiva que necesita el agro para poderse sentar en una mesas a discutir políticas con los otros protagonistas del país. Es la única forma de construir el poder real que necesita el sector agropecuario y agroindustrial. No hay que crear un partido político sectorial para hacer los cambios, hay que participar en todos los ámbitos y en todos los debates donde se discuta la política del país. En la forma atomizada que venimos trabajando es muy difícil construir poder permanente: a la prueba de los resultados hay que remitirse.
   
   Hay que tener mucho cuidado en no caer en la tentación de convalidar la actual política por el aumento de los granos. Hay que darse cuenta que si tenemos la capacidad de cambiar nuestra forma de pensar y de trabajar como país, vamos a poder aprovechar este escenario internacional inédito para poder hacer un gran aporte al país desde el Complejo Agropecuario, potenciando mayores volúmenes de producción para el consumo interno y la exportación con mayor valor agregado: la única forma genuina de mejorar el bienestar de todos los argentinos y no ser sólo proveedores de alimentos baratos para un país ineficiente.