La industria vitivinícola, en plena crisis.

Tanto pequeños como grandes emprendimientos vitivinícolas afrontan, como muchas otras economías regionales, una grave crisis de competitividad provocada por la conjunción de un tipo de campo insuficiente y un incesante crecimiento del costo de producción, potenceado por la alta inflación. Un estudio del Observatorio de Economías Regionales, representativo del sector cooperativo, denominado Acovi, que agrupa a 32 cooperativas y abarca 25.000 hectáreas de vides, define así su crítica situación: para cubrir los costos, un pequeño viñatero debería duplicar su producción en la misma superficie o, en su defecto, duplicar el precio de su producción. La situación es tal que se augura una crisis de desocupación con las conocidas consecuencias y también la pérdida del capital humano especializado en la vitivinicultura.

Autor: Editorial de La Nacion - 08/11/2014




Esta industria creció a paso redoblado durante un período que alcanzó hasta 2012, cuando se inició un proceso de desaceleración, que llevó a una reducción de la producción del orden del 15%, que trepó al 30% para algunas categorías productivas. Ello implicó el virtual abandono de algunos mercados externos en los cuales permanecieron empresas con presencias menores, destinadas a sostener sus marcas para tiempos mejores, que aún no llegaron. En 2013, según se dice, todas las empresas, incluido el mosto, cerraron en rojo. En tanto que la demanda mundial creció, el consumo interno en los últimos diez años se redujo en un 25%, por lo que poco podrá esperarse de ello. En suma insistimos, mientras la demanda global aumenta, la Argentina carece de la competitividad indispensable para aprovechar la oportunidad existente. Se repite así la historia decepcionante que caracterizó a otros sectores de nuestra economía.

La Argentina tiene 1200 bodegas, 300 de las cuales han exportado a casi 200 países, ahora en franca reducción, con crecimiento sólo en los Estados Unidos, Alemania, Irlanda, México y Rusia. Nuestros competidores son exportadores aguerridos, tales como Chile, Australia, España y Sudáfrica. Se añaden a esto los tratados de libre comercio con los Estados Unidos, aquellos con la Unión Europea y sus 27 miembros y el Acuerdo Asia Pacífico, entre otros, que colocan a la Argentina en posición desfavorable al pagar mayores aranceles de importación.

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En materia de costos, cabe destacar el transporte terrestre, cuyo flete desde Mendoza hasta nuestra capital es más alto que el de Buenos Aires a Holanda. Los aranceles y sistemas de importación de nuestro país son también más altos y restrictivos que los de sus competidores, en un escenario de sustitución de importaciones en el que se halla comprometido el país. Son los costos correspondientes a insumos propios de la elaboración de vinos, tales como botellas, corchos, cajas, etiquetas y otros que resultan alcanzados por el proteccionismo reinante. En rigor, ningún gobierno provincial ha alzado debidamente su voz ante las autoridades nacionales en defensa de sus economías regionales.

Las provincias andinas han demostrado su capacidad para producir cantidades crecientes de vinos y otros productos de alta calidad, reconocida en todo el mundo. En efecto, en las últimas décadas se vivió un período de importantes inversiones nacionales y extranjeras atraídas por una ecología propicia, asistida por recursos humanos capaces de multiplicar esas riquezas. En tal contexto, es indispensable que el Estado se una a esta multitud de empresas en lugar de dilapidar fondos públicos en pos de proyectos grávidos de corrupción y de más que dudosas e ilegítimas finalidades..