Para Obama y EE.UU., un contundente intento de ganarle a la historia

Para ser un presidente "débil", sin control del Congreso y en el tramo final de su mandato, Barack Obama demuestra que, lejos de rendirse, está dispuesto a seguir sacando conejos de la galera y a usar todo el poder que le queda para dejar su huella en la Casa Blanca y poner el país en la senda que él vislumbró cuando era candidato a presidente y encandilaba con su mensaje de cambio.

Autor: Silvina Pisani para La Nación. - 18/12/2014



El bombazo político que lanzó ayer con el deshielo de relaciones con Cuba lo pone ahora en el umbral de las grandes decisiones. En la misma línea de lo que hizo Richard Nixon con la apertura a China o James Carter con los acuerdos de Camp David. Giros que fueron tormentas políticas en el momento de alumbrar, pero que, a pesar de eso y por encima de eso, dieron vuelta un curso que, además de ineficaz, perjudicaba las relaciones diplomáticas y el posicionamiento norteamericano en materia de negocios.

El presidente explicó ayer su costado más pragmático con la constatación de que aislar a Cuba fue una estrategia fallida. "Medio siglo de congelamiento no arrojó los resultados que se pretendían", dijo.

El embargo no llevó la democracia a la isla, ni evitó las violaciones a los derechos humanos ni recortó el poder de los Castro. En medios cercanos a la administración se explicaba ayer que lo actuado no significa un cambio en los objetivos ni una recalificación del régimen en términos más benévolos.

Washington seguirá defendiendo para Cuba los mismos objetivos que para el resto de la región. Pero, a partir de ahora, por un camino diferente. "Sólo un necio sigue haciendo lo mismo para obtener otro resultado", escuchó LA NACION.

Si, con su fracaso, ésa es la lección que deja el pasado y el medio siglo de bloqueo, el otro costado es la presión del presente. Desde hace años, existe un clamor en la comunidad de negocios norteamericana para participar en la "transición" que se vislumbra para la isla. Un cambio que llegará -está visto- no tanto por la presión norteamericana como por la evidencia de la biología. Los empresarios de este país no quieren perderse una tajada de los negocios a los que dará paso la modernización de la economía de la isla cuando se agote el régimen de los Castro.

Sólo un deshielo podía asegurarles una mejor posición y no seguir perdiendo terreno frente al avance de inversores de otros países. Obama no fue insensible a ese reclamo y vio en ello una oportunidad y un aliado.


La Casa Blanca está convencida de que esa comunidad de negocios -en buena medida, vinculada con los republicanos- terminará presionando contra la obcecación que mostraban ayer sus principales referentes que, en primera reacción, rechazaron en bloque el restablecimiento de relaciones. "Es insensato", dijeron.

El rechazo estaba dentro del cálculo de la Casa Blanca. Sabe que, a partir del 20 de enero, le espera un Congreso difícil y en manos de los republicanos. Pero confía en que tanto la presión de la comunidad de negocios como lo acotado del llamado "núcleo duro del exilio" en Florida terminen por ayudar a equilibrar un poco las cosas.

Pero, si así no sucede, y según se explicó ayer, Obama está dispuesto a seguir sacando conejos de la galera para asegurar los pasos que lleven a la reanudación de relaciones con La Habana.

Por caso, si el Congreso no le aprueba un embajador en esa capital -como es previsible que ocurra- nombrará a un encargado de negocios de modo temporal. El resto será más complicado: el presidente necesita del Congreso para modificar la llamada ley Helms-Burton, que impuso el embargo comercial a la isla.

En lo más inmediato, el anuncio descomprime la relación con los gobiernos de América latina, que, influidos por la prosa del fallecido Hugo Chávez, han puesto el aislamiento cubano al tope de la agenda regional. De un plumazo, Obama acaba de borrar el ruido más molesto con los gobiernos de la región.

Lo que también queda a la vista es el criterio de oportunidad. El presidente toma esta decisión cuando, tras la derrota en las elecciones legislativas del mes pasado, ya no tiene nada para perder y, libre de toda presión electoral, sólo le queda intentar ganar la historia con algo más que ser el primer presidente negro en llegar a la Casa Blanca.

Éstos han sido días en los que el demócrata viene demostrando audacia para un presidente en su peor momento de poder y de imagen. Un giro valiente en el que la primera lectura es que reconoce el fracaso ante Cuba. Pero que promete mucha mayor ganancia para el futuro..