Ciencia y tecnologia, el futuro del agro.

La demanda mundial de commodities agrícolas depende fundamentalmente (en más de 60%) del auge de la demanda global de alimentos, que a su vez es una función del crecimiento de la población y del alza del ingreso real per cápita en los próximos 35 años.
Autor: Jorge Castro - Especial para Clarín Rural - 17/01/2015
La población mundial aumentaría en 2.000 millones de personas en 2050 (serían entonces 9.100 millones de habitantes) y 95% de este incremento tendría lugar en los países emergentes, en especial Africa y Asia.
A su vez, la producción global de alimentos depende de la productividad agrícola, en especial cuando disminuye la tierra fértil disponible y se agrava la restricción hídrica.
La productividad agrícola mundial muestra el siguiente ciclo (FAO/USDA): la productividad de los granos (rendimiento por hectárea) ha crecido de 1961 a 2007. Esto significa, por ejemplo, que el rendimiento del maíz y el trigo se ha multiplicado por un factor de 2,6, mientras que en el caso del arroz y la soja, ese factor ha sido de 2,2 y 2, respectivamente.
Hay dos fases nítidamente diferenciadas en este auge; y es que entre 1990 y 2007, el rendimiento cayó a la mitad del nivel alcanzado entre 1961 y 1990.
El carácter explosivo de la productividad en las primeras tres décadas está vinculado a la extraordinaria transformación tecnológica provocada por la "Revolución Verde", sobre todo en Asia (India) y América Latina.
El caso de China es realmente excepcional, debido a que después de 1978 tuvo rendimientos superiores en cuatro a cinco veces al promedio mundial, como consecuencia del cambio institucional provocado por el proceso de reformas económicas realizadas por su máximo líder, Deng Xiaoping.
En esta etapa, el Partido-Estado otorgó plena libertad productiva al campesinado, alentándolo para que produjera al máximo, sin su- bordinación a las políticas del Estado.
Por eso, el crecimiento de la productividad agrícola mundial en el período 1991/2007 sería mucho menor -la mitad aproximadamente- si se descontara el experimento chino que se dio desde 1978.
El punto a subrayar es que la productividad agrícola depende crucialmente de la innovación institucional y tecnológica, y ésta, del nivel de inversión que los países hagan en ciencia y tecnología (I&D).
EE.UU. es la primera potencia agrícola del planeta y lo que ha sucedido allí con el gasto en ciencia y tecnología es representativo de la tendencia mundial.
Entre 1950 y 1970, la inversión en ciencia y tecnología agrícola aumentó 3,8% por año; luego, entre 1970 y 1990, cayó a menos de 2% anual, para derrumbarse a 1% por año entre 1990 y 2007.
Esto indica que la correlación entre gasto en ciencia y tecnología y el alza de la productividad es prácticamente completa, y que hay una persistente subinversión en este sector estratégico en los últimos 25 años, con el agregado de que más de 60% de la caída ha tenido lugar en la inversión pública.
Por último, un elemento significativo que revela la singularidad del caso chino es que la inversión en ciencia y tecnología agrícola de la República Popular, en vez de disminuir, sigue aumentando sostenidamente en los últimos veinte años, en especial a partir de 2001, hasta llegar a un nivel de 5% anual o más.
En 2001, China ingresó a la Organización Mundial del Comercio (OMC), y como consecuencia, levantó de inmediato, en menos de tres años, prácticamente la totalidad de las barreras proteccionistas en la producción agrícola.