Las semillas no modificadas crean un nicho de valor para la agricultura.

El año pasado, por primera vez en dos décadas, Jim Benham sembró sus campos totalmente con semillas de soya que no habían sido genéticamente modificadas para resistir los herbicidas. No es que el agricultor de Indiana, de 63 años, de repente se haya unido al movimiento antitransgénicos, sino que se vio atraído por la prima de casi 14% por bushel que ofrecía una terminal de granos por soya no modificada, con destino a procesadores de pienso de Asia.

Autor: Por Jacob Bunge en La Nacion - 06/02/2015


Benham forma parte de un grupo pequeño pero creciente de agricultores de la región central de Estados Unidos que se han alejado de las semillas biotecnológicas desarrolladas por Monsanto Co., DuPont Co. y otras empresas, en reacción a la caída de los precios de los granos en los últimos dos años.

Más consumidores buscan alimentos no transgénicos, que sus defensores consideran más saludables y menos dañinos para el medio ambiente. Según una encuesta de la firma de investigación de mercado Nielsen NV, 37% de los consumidores en América Latina están muy dispuestos a pagar más por alimentos libres de organismos genéticamente modificados (OGM).

En EE.UU., las ventas de cereales, aderezos para ensaladas, huevos y otros productos libres de organismos genéticamente modificados aumentaron 15% el año pasado, a US$9.600 millones, y estuvieron entre los segmentos alimentarios de mayor crecimiento, según Nielsen.

Detrás de la tendencia están compañías de alimentos procesados, como General Mills Inc. y Post Holdings Inc., que han decidido eliminar de sus productos ingredientes transgénicos.


Las empresas alimentarias pagan más por oleaginosas y granos no transgénicos debido a su oferta relativamente pequeña y el costo de separar esos granos de las versiones modificadas que dominan el cinturón agrícola de EE.UU. "Fue rentable porque hice el cambio", asegura Benham. "En nuestro rubro los márgenes son tan cruciales que vamos detrás de los dólares siempre que podamos".

Introducidos hace 19 años, los cultivos biotecnológicos se han arraigado en la región agrícola de EE.UU., si bien su avance ha empezado a moderarse. En 2014, 94% de la superficie dedicada a la soya fue sembrada con semillas transgénicas, el mismo nivel que en 2011 pero muy por encima del 54% de 2000, según el Departamento de Agricultura de EE.UU. En el caso del maíz, la superficie subió de 90% en 2013 a 93% el año pasado, frente a 25% en 2000.

A nivel mundial, 28 países han adoptado cultivos biotecnológicos, según ISAAA, una organización del sector. EE.UU. es el líder con 73,1 millones de hectáreas con variedades transgénicas en 2014, seguida por Brasil, con 42,2 millones, y Argentina, con 24,3 millones, indica ISAAA. Paraguay y Uruguay se ubican séptimo y décimo, con 3,9 millones y 1,6 millones, respectivamente. México tiene unas 200.000 hectáreas de cultivos genéticamente modificados y Colombia 100.000.

Argentina fue uno de los primeros países en adoptar cultivos transgénicos cuando empezó en 1996 a usar soya resistente al herbicida glifosato. Desde entonces, estos cultivos han crecido exponencialmente y en la actualidad sólo unas 40.000 hectáreas de un total de 20 millones de hectáreas del cultivo están dedicadas a la producción de soya no transgénica, de acuerdo con el diario La Nación.

En Brasil, el uso de semillas transgénicas de soya y maíz también despegó en los últimos años. En los maizales de la región productora del centro sur, por ejemplo, el empleo de semillas genéticamente modificadas pasó de 4,9% en 2009 a 85,7% el año pasado en el promedio de las dos zafras anuales, calcula Paulo Molinari, consultor de la firma Safras & Mercado. "El transgénico acabó con la oruga que perjudicaba la producción brasileña de maíz, y eso atrae cada vez a más agricultores", dice.

La soya no transgénica generó por un tiempo precios premium en Brasil, dice Luiz Nery Ribas, director técnico de la Aso-ciación de Productores de Soya y Maíz del Mato Grosso (Aprosoja). Sin embargo, un programa de esa asociación de incentivo a los cultivos no transgénicos ha logrado que el área plantada con semillas tradicionales represente cerca de 20% del total en ese estado, lo que amplió la oferta y acabó con los precios premium, dice Ribas.


Muchos agricultores dicen que los cultivos de OGM elevan los rendimientos y pueden reducir el uso de pesticidas debido a que algunas plantas biotecnológicas producen sus propias toxinas antiinsectos. No obstante, los precios del maíz se han desplomado cerca de 50% en los últimos dos años, en tanto que los de la soya han descendido aproximadamente 35%, lo que ha llevado a algunos productores a volver a sembrar granos no modificados para cuidar sus ganancias.

Agricultores que han hecho el cambio dicen que sus motivos son económicos y no responden al movimiento anti-OGM. Los que se oponen a los granos biotecnológicos afirman que se necesitan más estudios para determinar si los alimentos que contienen OGM son seguros para los consumidores y argumentan que los cultivos utilizan fertilizantes y pesticidas sintéticos que podrían dañar el medio ambiente. La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. y agrupaciones científicas y de salud sostienen que los alimentos con OGM son seguros.

"Estamos viendo más interés en la producción para los mercados (libres de OGM) que nunca", señala Lynn Clarkson, presidente de Clarkson Grain Co., que contrata a agricultores para que cultiven granos no modificados.

El cambio ha impulsado las ventas de algunos pequeños productores de semillas que se especializan en granos no biotecnológicos.

Beck's Superior Hybrids Inc., que vende semillas tanto transgénicas como no modificadas, se ha quedado sin algunas variedades de soya libre de OGM, dice Kevin Cavanaugh, director de investigación de la empresa de Indiana. Beck's, de propiedad familiar, prevé un alza de 45% en las ventas de semillas de maíz no modificadas este año y de 8% en la soya no transgénica.


En Albert Lea Seed House Inc., las ventas de semillas libres de OGM se encaminan a crecer cerca de 20% este año y ciertas variedades se han agotado, indica Mac Ehrhardt, copropietario de la empresa, que registró US$24,5 millones en ingresos en 2014. Muchas de las ventas son a agricultores que buscan ahorrar dinero comprando semillas no transgénicas, que suelen ser más baratas, explica.

Algunas grandes empresas de semillas biotecnológicas ven la tendencia como un crecimiento gradual de un mercado de nicho.

Monsanto vende variedades de maíz y soya no transgénicas, pero "siempre hay un excedente y nunca se venden por comple-to", dice Robert Fraley, director de tecnología y quien ayudó a desarrollar granos biotecnológicos en los años 80. "Vemos que la tendencia va en la otra dirección".

DuPont, que vende variedades transgénicas y estima que es el líder en semillas no modificadas por cuota de mercado, prevé que las ventas de estos productos probablemente suban entre 1% y 6% este año, según Russell Sanders, director de mercados alimentarios e industriales. El negocio de semillas no transgénicas, aclara, todavía no ha llegado a un "punto de inflexión". Para muchos agricultores, cambiarse a los granos libres de OGM implica utilizar una mayor gama de pesticidas, algunos de los cuales se necesitan para matar malas hierbas que sobreviven a herbicidas como el Roundup de Monsanto. Los ahorros prove-nientes de las semillas no transgénicas en gran medida compensan el costo de químicos adicionales, dicen los agricultores.

-Eduardo Magossi y Saemin Yoon contribuyeron a este artículo..