Un impostergable salto de calidad en infraestructura.

La falta de competitividad de las economías regionales sólo podrá revertirse con un plan de infraestructura que disminuya el "costo argentino" y haga viable la actividad productiva de las regiones frente a condiciones cada vez más competitivas de los mercados de destino. Eso será prioridad para el próximo gobierno.
Autor: Pablo Bereciartua PARA LA NACIÓN - 06/12/2015
El objetivo debe ser sumar más valor agregado a la producción, entendido como la incorporación progresiva de más conocimiento y trabajo local.
Llevar adelante la agenda requiere acciones que incluyen mejorar la educación y capacitación local, modificar las condiciones regulatorias, impositivas y las retenciones para promover la inversión privada y, de manera inteligente, la apertura y el desarrollo de los mercados de destino en la región y el resto del mundo.
Hay una condición necesaria y estructural previa que modificar. Se trata de dotar a las economías regionales de niveles de infraestructura productiva y de transporte que disminuyan el llamado "costo argentino" que ha crecido hasta superar al de los países vecinos y transformarse en la barrera competitiva.
La situación actual es el resultado de décadas de baja inversión en infraestructura. Desde la crisis de principios de este siglo la situación se agravó hasta llegar a un límite debido al boom del crecimiento de la producción primaria de commodities, que a su vez generó un aumento significativo del transporte y de sus costos asociados.
Este aumento de la producción se debió a condiciones principalmente exógenas y que afectaron de igual modo positivo a buena parte de América latina. Este mayor volumen de producción y máximos precios históricos permitieron soportar los altos costos derivados de la falta de infraestructura adecuada y de esquemas institucionales, regulatorios e impositivos entre los más altos de la región y el resto del mundo.
En el comercio con Estados Unidos, este costo es del orden de hasta cuatro veces superior a la barrera arancelaria para los productos que se comercian entre ambos países. Es decir que, por cada punto que se baja el costo argentino, se lograría un impacto equivalente de hasta cuatro puntos de reducción promedio en las barreras efectivas arancelarias a los productos. Así, el costo argentino es superior al de países como Uruguay, Brasil, Perú o incluso Bolivia que están a similar distancia geográfica de Estados Unidos. Si bien la posición geográfica del país es un determinante en relación a la distancia con los mercados de destino, el costo argentino depende de políticas propias donde mejorar infraestructura, transporte y logística interna, los costos institucionales, regulatorios, impositivos y operativos en los puertos.
Las condiciones de la demanda internacional, de la competencia regional y de los precios relativos cambian. Hay al menos cinco tendencias que afectan la competencia de las economías regionales. La primera es un cambio en la globalización de los últimos 25 años. El crecimiento del comercio internacional pasó a ser menor a la suba de la producción global. Hay una disminución en la demanda de los países avanzados. Entre 2012 y 2014, el comercio internacional creció 3,4% con una notable baja respecto del promedio de 7% anual en los años previos a la crisis de 2008. La producción global lo hizo a razón de 4,5% anual.
Una segunda tendencia son los cambios de la economía China. La reciente devaluación de su moneda y el anuncio de una política de más industrialización interna, según expertos, se profundizará.
En tercer lugar mejoró la capacidad productiva de países de la región que aprovecharon años de viento favorable y en algunas industrias superaron al país. Brasil exporta más soja y Uruguay, más carne.
A esto se suma una cuarta novedad, la Alianza Trans Pacífico (ATP), que trata de mejorar el comercio en ese eje que representaría hasta el 40% del volumen del total global. Allí, la Argentina no tiene participación. Esto abre el tema sobre el vínculo con el Pacífico, los corredores binacionales y los pasos trasandinos.
Por último, los costos de transporte internacional no bajaron de manera significativa.
Todo converge en la necesidad de volver más competitivo el territorio y sus economías regionales en base a un plan de infraestructura inteligente y de magnitud. El transporte deberá tener un lugar relevante, que vuelva viable y atractiva la actividad privada en las economías regionales más allá de los ajuste financieros y del tipo de cambio.
Modificar la barrera del costo argentino no depende de ningún factor externo. El plan de infraestructura debe estar basado en la acción de un Estado inteligente responsable de fijar la visión estratégica, mantener una planificación actualizada a mediano plazo, renovar el marco regulatorio y ejercer una capacidad efectiva de auditoría y control. Debe lograrse una fuerte participación del sector privado, que sume capacidad de desarrollo, tecnología, innovación, con participación de la inversión de riesgo y capacidad de gestión en la construcción, operación y mantenimiento. Esto tendrá, además, un impacto económico positivo en la generación de empleo. También es una clara señal hacia la inversión productiva privada ya que reduce barreras estructurales que van más allá de la coyuntura.
Hay muchos ejemplos de países que realizaron planes de infraestructura significativos. Desde el Tennessee Valley Authority en los Estados Unidos -que integró la producción y la infraestructura en las regiones-, los fondos de reconversión en Europa para aumentar la capacidad productiva de países más relegados hasta las experiencias de desarrollo de infraestructura en China y el sudeste asiático.
Más allá de la falta de datos confiables, recientes análisis serios muestran que la inversión pública en infraestructura fue menor al promedio de la región. La inversión privada se redujo a mínimos históricos.
La economía cerrada de la última etapa en la Argentina tiene bajas tasas de endeudamiento externo de los sectores público y privado. En un marco de confianza y certidumbre política e institucional, puede ser una ventaja comparativa frente a la región. Se podrá recurrir al uso de préstamos internacionales y a los "bancos verdes" que promueven la inversión privada en infraestructuras inteligentes y sostenibles.
La geografía es un aspecto cada vez más relevante para entender el comercio y también las posibilidades competitivas. La Argentina tiene ventajas asociadas a su extensión, riqueza de recursos naturales y tasa de urbanización. Pero también, limitaciones como un limitado sistema de transporte de cargas, déficits de infraestructura como energía y comunicaciones, y una distribución espacial y temporal de recursos hídricos asimétrica y sujeta al cambio climático. Hay déficits de infraestructura urbana como agua potable, saneamiento, transporte de pasajeros y problemas habitacionales.
Las ciudades tienen una importancia creciente en el desarrollo futuro y deben repensarse para los desafíos de este siglo. Capítulo aparte son las grandes ciudades y el área metropolitana de Buenos Aires.
La infraestructura en su acepción amplia incluye cuestiones institucionales, legales y regulatorias, claves para integrar las economías regionales a los mercados cada vez más exigentes y competitivos, y mejorar las condiciones productivas.
El autor es vicepresidente del Centro Argentino de Ingenieros