Configurar el programa para procesar lo que se viene

Configurar una política agropecuaria que se prepare para tiempos mejores es el desafío más complejo que enfrentan hoy las cadenas productivas. Esto se percibió en los últimos días con la crisis de la lechería y con el debate público sobre los precios de la carne. Y también se advierte con la ausencia de una nueva ley de semillas.
Autor: Cristian Mira LA NACION - 06/02/2016
Un puntapié inicial se dio en la reunión que mantuvieron los integrantes de la Mesa de Enlace con el ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, y su gabinete. Tras una demora que parecía colocar al ruralismo otra vez a la saga de los acontecimientos, los dirigentes de la Federación Agraria, Confederaciones Rurales, Sociedad Rural Argentina (SRA) y Coninagro aceptaron la propuesta del Gobierno de impulsar una "agenda de trabajo" con el Gobierno. "Vamos a tener que producir más, nos tenemos que preparar para eso", dijo el presidente de la SRA, Luis Miguel Etchevehere. Aunque el campo está acostumbrado a jugar en las grandes ligas, ahora se presenta la oportunidad de regresar a esos torneos con reglas de juego similares a las que tienen los países competidores de la Argentina.
En el exterior ya tomaron nota de las perspectivas de cambio en el país. Un consultor que realiza estudios de opinión en el agro lo constata en su demanda laboral. "Hay más empresas extranjeras que argentinas que están encargando trabajos de investigación para conocer las oportunidades que hay en el país", cuenta el experto. Es que el tablero global del agro está en transformación. Lo demostró esta semana la operación de compra de Syngenta, por 43.000 millones de dólares, de ChemChina, un conglomerado industrial que depende del gobierno chino. Aunque resta la aprobación de los accionistas de la firma suiza y de las autoridades regulatorias donde trabaja la compañía, la operación significa que China está dispuesta a ser protagonista del desafío de alimentar al mundo con tecnología agrícola de avanzada y no como un mero consumidor. Este tablero ya se había modificado en noviembre del año pasado cuando Dow y Dupont acordaron una fusión que incluye sus divisiones de agro.
En ese nuevo contexto mundial resulta increíble que la Argentina aún no pueda tener una ley de semillas moderna. No se trata de las pretensiones de una empresa, sino de acordar un marco que favorezca tanto a productores como a la cadena, que va desde los semilleros, los multiplicadores, los transportistas, hasta los comercios, investigadores y trabajadores. Frente a las quejas por la indefinición del Gobierno, en el Ministerio de Agroindustria dicen que tienen como objetivo elaborar una ley de semillas en 2016 sobre la base de todo lo discutido en los últimos cuatro años. Las previsiones de crecimiento del área sembrada con trigo y maíz a partir de la próxima campaña, más las necesidades de aumento de la producción de forrajes por las perspectivas de mejora de la ganadería deberían servir como incentivo para acelerar la discusión de una nueva ley.
La transición hacia un escenario favorable es dura. Lo saben en la lechería. Los tamberos advierten que el precio que les paga la industria no es suficiente para garantizar rentabilidad. La industria, a su vez, responde que no está en condiciones de mejorar los valores. El gran ausente es la cadena comercial que mantiene sus márgenes intactos. Para el Gobierno, que comenzó esta semana a aplicar un plan de compensaciones por $ 0,40 por litro para los primeros 3000 litros más un paquete de créditos, el principio de solución llegará por la colocación de los stocks en el mercado internacional. Creen que las condiciones serán mejores a partir del segundo semestre de este año.
Con la ganadería, la política del Gobierno no es clara. Hasta ahora no pasa del mero voluntarismo de pedirles a los consumidores que hagan lo que ellos ya saben: cuando el precio sube por encima de lo que están dispuestos a pagar eligen otro producto. Falta en la cadena un discurso común de lo que se sabía iba a pasar: hasta que no se recomponga la oferta, con mayor producción de carne, la tensión con los precios se va a mantener. Aquí también parece estar ausente el trabajo con la cadena comercial. Si no hay una política sobre ella, productores e industriales van a quedar atrapados en un debate del que nadie saldrá bien parado.