Denuncian que en la frontera con Bolivia se intercambian granos por droga.

Las barcazas cruzan el río Bermejo en un minuto desde la homónima ciudad boliviana. Se instaló un puesto migratorio, pero canoas y balsas improvisadas con neumáticos desembarcan a menos de 300 metros, con salida directa a la estación de ómnibus de Aguas Blancas.

Autor: Infocampo.com - 21/03/2016


En Salvador Mazza, Salta, apenas a un par de kilómetros de la frontera con Bolivia, un cargamento de cocaína se transporta 150 kilómetros hasta las zonas de acopio en Orán, donde el pago es el preferido en la actualidad: granos.

Según consigna La Nación, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quiso atravesar la zona y escuchó las explicaciones de los hombres que están en la zona caliente del tráfico de drogas, donde es casi imposible detener el movimiento sin generar una alteración social.
El primitivo intercambio de drogas por granos de todo tipo (un insumo vital en Bolivia, que deja un margen de ganancia mayor a los traficantes) es el inicio de un proceso narco que termina hoy en enfrentamientos armados por el control de los puestos de venta en las ciudades. Aquí empieza todo. Incluso la penetración del narcotráfico en la política, como lo muestra el caso reciente con un concejal de esta ciudad detenido y otro prófugo por transportar cocaína.

La ministra recorrió esta zona de frontera con el secretario de Seguridad Interior, Eugenio Burzaco; el secretario del Consejo de Seguridad Interior, Gerardo Milman, y el jefe de la Gendarmería, comandante general Gerardo Otero. Visualizó aquí la necesidad primaria de desplegar más efectivos y reforzó su idea de contar rápido con tecnología, como aviones-radar y drones, pero también decidió explorar la vía de una reconversión social en estas ciudades como forma de restar peso económico real al contrabando.

El cruce ilegal de mercancías es parte del sustento de miles de familias a ambos lados de la línea. Lo saben los gendarmes de la zona. En Aguas Blancas, otro complicado enclave fronterizo, directamente se debió aplicar la tolerancia estatal frente a la masividad del contrabando. No se puede detener a pueblos enteros.

Las barcazas cruzan el río Bermejo en un minuto desde la homónima ciudad boliviana, de 35.000 habitantes. Se instaló un puesto migratorio, pero canoas y balsas improvisadas con neumáticos desembarcan a menos de 300 metros, con salida directa a la estación de ómnibus de Aguas Blancas. En ese punto el problema es el contrabando de ropa. Un par de kilómetros fuera de esa localidad de 3000 habitantes está el puesto de Gendarmería, sobre la ruta 50. En un juego diario, se descarga la mercancía cien metros antes para ser transportada en las espaldas de cientos de bagayeros. Pasan por detrás del control y vuelven a cargar los vehículos. Detener ese elemental bypass del contrabando podría derivar en una pueblada. Funcionarios, gendarmes y jueces comparten esa opinión.

Por eso, se busca dar con los transportes cuando se alejan de la zona. Las cargas nutren las irregulares ferias de ropa de las grandes ciudades. Aquí también tiene su inicio el problema de los manteros porteños. Frontera y ciudad quedan así comunicadas en una retroalimentación de abastecimiento y consumo. Y todo empieza hoy con el primitivo intercambio de droga por granos.