Un alivio para tomar impulso y no relajar el control fiscal.

Con el pago en efectivo, pasado mañana, a los holdouts con títulos impagos desde fines de 2001 y, luego, a los bonistas que aceptaron los canjes de deuda de 2005 y 2010 pero desde mediados de 2014 quedaron como rehenes del juez Thomas Griesa, la economía argentina estará en condiciones de abandonar el cortoplacismo que la caracterizó a lo largo de los últimos 14 años.

Autor: Néstor O. Scibona LA NACION - 20/04/2016


Para salir del virtual "Veraz" al que había sido confinada en los mercados financieros internacionales, contó con una impresionante demanda de títulos (casi 69.000 millones de dólares) por parte de inversores que respondieron con el bolsillo más que con el corazón. La tasa promedio de 7,14% anual para colocar poco menos de una cuarta parte, es enormemente atractiva para un mundo financiero abundante en liquidez y bajos rendimientos. Sobre todo, sin mayores riesgos a la vista. Un país que sale del default parcial difícilmente recaiga en incumplimientos. Y menos con la reducida relación deuda en moneda extranjera/PBI que dejó el kirchnerismo, más por necesidad que por virtud ante la imposibilidad de financiarse en los mercados externos. Nadie quiso quedarse afuera del prorrateo y de ahí que todos los interesados reforzaran la demanda.

En esta respuesta de los mercados tuvo mucho que ver el anuncio del Ministerio de Hacienda de que se trataría de la última colocación del año, reiterado ayer por Alfonso Prat Gay. También le permitió mostrar una curva de tasas inferiores a la que esperaban (en torno de 8%) y distribuir mejor los vencimientos, que en dos terceras partes se concentran entre 5 y 10 años.

No sin picardía el ministro jugó con varios números, para anticiparse a los previsibles embates del kirchnerismo que votó en el Congreso en contra de la ley para poner fin al conflicto con los fondos buitre y al default, a diferencia de la oposición peronista. Entre ellos, la comparación del costo de esta nueva deuda para cancelar otra más cara (no contabilizada en la gestión K), con el 15% del préstamo de Venezuela en la época de Hugo Chávez. O que el pago en dólares y no en títulos a los holdouts permitirá ahorrar 4 puntos y 3000 millones extras de emisión de deuda, junto con el recorte de comisiones. Tampoco se privó de enrostrarle Axel Kicillof , sin mencionarlo, la quita de intereses punitorios que el ex ministro no incluyó en el acuerdo con el Club de París. Y hasta el embargo de la Fragata Libertad.

Puertas adentro, el reingreso de la Argentina al crédito externo voluntario, con bombos y platillos, es una buena noticia por varias razones. Por un lado, constituye un alivio para que el gobierno de Macri pueda sostener la política gradualista de bajar el déficit fiscal primario y la inflación en cuatro años, aún cuando la deuda colocada ayer equivale a menos de la mitad de las necesidades de financiamiento para 2016. Otro tanto vale para varios gobiernos provinciales, que aguardaban esta señal. Por otro, será un impulso para lo que la Casa Rosada define como un nuevo punto de partida de la política económica. El crédito a largo plazo permitirá lanzar un amplio plan de inversiones (públicas y privadas, incluso con garantía estatal) y movilizar proyectos privados para salir de la recesión y retomar el crecimiento, principalmente, en 2017.

Sin embargo, en el corto plazo tampoco conviene relajarse demasiado. Aunque Prat Gay no lo mencionó, la tasa de 7,14% se ubica por encima de la que pagan Chile, Uruguay, Bolivia y Paraguay (de 3,5 a 4,5% anual); e incluso Brasil, que en plena crisis política, institucional y económica colocó deuda al 5,6% a 10 años. Por cierto que se trata del costo del "prontuario" del default argentino, pese a que el riesgo país se ubica ahora en el nivel más bajo en ocho años. Pero esta tasa inicial sólo irá bajando en la medida en que se vayan poniendo en orden las cuentas fiscales y baje la inflación.

El acceso al crédito puede ser, además, una oportunidad para no repetir errores del pasado. Por ejemplo, cuando se lo utilizó para financiar gastos corrientes del sector público hasta transformarse en impagable. Un orden de prioridades para la inversión pública resultará también imprescindible. Lo mismo que moderar el riesgo del ingreso de capitales de corto plazo para aprovechar las altas tasas de interés, a costa de un deterioro del tipo de cambio en perjuicio de los exportadores. Con estos riesgos, el endeudamiento externo puede ser parte de la solución o del problema.