Una de esas personas que uno agradece haber conocido.

El sábado murió el presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires Ricardo Valderrama. Pesar en el ambiente cerealista.
Autor: Por Mariano Galindez en Punto Biz - 07/08/2017
"Te vas a dar el gusto de conocer a una de esas personas que uno agradece haber conocido". La frase me vino a la mente cuando el sábado me despertó la noticia de la muerte de Ricardo Valderrama (1960-2017), presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, a manos de un cáncer al que le dio batalla en los últimos cuatro años. Y como más allá del trato profesional, llegue a quererlo como amigo (desafiando manuales de periodismo que recomiendan distancia con las fuentes), me tomé la licencia de escribir estas líneas en primera persona.
La frase con la que arranca la nota fue la primera referencia que tuve de él. Me la dijo un amigo suyo, Ricardo Marra. Corría 2012 y Marra dejaba la presidencia de Matba y yo le comete que justo cuando me había acostumbrado tener buena ida y vuelta con él, dejaba el cargo. Y tras mi confesión, me comentó sobre su sucesor.
Valderrama fue un cerealista de pura cepa. Nació en una familia agropecuaria en la Pampa y hace 35 años fundó su corredora, de intensa actividad. Si algo lo caracterizó fue sostener que al mercado se lo defendía y ampliaba dedicándole tiempo, esfuerzo y compromiso en las instituciones que le dan forma. Arrancó por el Centro de Corredores y la Cámara Arbitral, donde fue uno de los jóvenes destacados que protagonizó la renovación generacional que llegó con la idea de que la interacción y no el choque público-privado era el ámbito ideal para fomentar el agro.
En Matba estuvo al frente hasta 2015 cuando pasó a la presidencia de Bolsa, y pese a que se involucró en temas espinosos, me sorprendió que se hacía cargo de lo que decía. Era un componedor, pero duro porque no negociaba los intereses que representaba. "Su hombría de bien, su calidad humana y su desinteresada dedicación hacen aún más grande su legado", lo recordó la Bolsa.
Como persona recién lo empecé a conocer en un viaje con periodistas a Uruguay que organizó Matba y la Bolsa en 2013. Fanático de Boca, enamorado de su esposa y sus dos hijas, muy buena onda, de trato informal y agradable, siempre predispuesto a explicar el mercado. De ahí en más, cada vez que viajé a Buenos Aires le pedí entrevistarlo para tratar temas en profundidad que no se hablan por teléfono. Siempre me recibió. Pero era su personalidad: no importaba qué periodista lo llamaba, siempre respondía. Fue así que me recibió en la Bolsa, en el Matba, en su corredora y hasta un día charlamos desde su oficina hasta una cochera porque tenía que llevar a una de sus hijas a una actividad deportiva.
Sin quererlo, mi luto por su muerte lo empecé el jueves pasado cuando un allegado me contó que sus cartas estaban jugadas. Ya en las últimas entrevistas lo había visto desmejorado, pero así como nuca tuvo plurito en hablar del cáncer, estaba cargado de optimismo y siempre culpaba de sus dolencias al éxito con el que avanzaba el tratamiento. Es más, hasta el final estuvo activo. Hace unas semanas fue a CNV a celebrar la interconexión Matba-Rofex, que lo tuvo entre sus arquitectos. Ese jueves a la noche revisé mi último whatsapp con él. Había sido el viernes 7 de julio. Lo consulté por una nota que estaba preparando. Me respondió tarde diciendo:"Toy destruido en casa. Es urgente? Pero estoy bien, hablamos mañana si querés para tu nota del lunes. Perdoname hoy, pero estoy fusilado por una quimio". Así era. De pie hasta el final.