Y finalmente, el mundo despierta a la pesadilla del Brexit.

Saudades. Las banderas británica y de la Unión Europea flamean en Bruselas, en las horas previas al divorcio. EFE

El Brexit se consumó y lo que viene parece alejarse de las promesas sencillas del premier Boris Johnson. Incluso sobre su relación con EE.UU. o lo que puede esperar de su antiguo socio de la UE.

Autor: Marcelo Cantelmi en Clarin - 01/02/2020


Existen dos grandes cimientos en la consumación del Brexit, el divorcio británico de la Unión Europea que se concreta este viernes. El primero es el referéndum en el Reino de Junio 2016 que por una diferencia de poco más del 3% determinó este desenlace. En aquel momento el argumento de los adalides de la ruptura fue un manojo de mentiras y paranoias sobre una amenaza inmigratoria inexistente y los beneficios nunca probados que el país obtendría si dejaba el gran buque de Bruselas. Como quiera que se lo vea, este paso la historia lo leerá, posiblemente, como el que fulminó lo último que quedaba en pie de la Gran Bretaña imperial y sus rutilantes abalorios, encogida como nunca antes en su espacio insular.

El otro cimiento fue el rol vacilante y ambiguo del jefe de la principal oposición laborista, Jeremy Corbyn, que hizo cualquier cosa menos alzarse como una alternativa a esta decisión ignorando la demanda en contra de sus propias bases. Una tercera pata, consecuencia de las dos principales, ha sido la elección del 12 de diciembre que coronó a Boris Johnson con una mayoría parlamentaria aplastante, incluyendo en esos votos definitorios los de áreas postergadas económicamente y que eran feudos históricos del laborismo. Tiene sentido.

El Brexit es uno de los productos más estrepitosos del nacionalismo reinante en esta etapa global. La frustración de las clases media por los ajustes y la ausencia de crecimiento individual, alimenta liderazgos alternativos como el de Johnson en el Reino, su aliado Donald Trump en EE.UU., u otros ejemplos populistas en Europa con un discurso que combina dosis parejas de triunfalismo y voluntarismo. Estos nuevos núcleos de poder desjerarquizan la globalización y los sistemas multilaterales como la construcción europea.

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