Dólares, ladrillos y bicicletas: una sociedad en busca de refugio.

En una economía cada vez más frágil, sorprende un inesperado boom de ventas de insumos para la construcción y de bicicletas. A lo que hay que sumarle otro suceso del momento, solo que mucho más previsible: la avidez de los argentinos por comprar dólares como sea.
Autor: Guillermo Oliveto PARA LA NACION - 28/09/2020
Todos estos datos, en apariencia inconexos, tienen un hilo invisible que los une. Ante la inminencia de una crisis multidimensional, que ya no solo prevé, sino que comienza a sentir, la sociedad busca refugio. La libido está puesta en la protección y la contención.
En agosto 4 millones de personas compraron dólar ahorro, de acuerdo con los registros del Banco Central. En enero habían sido apenas 600.000.
El Índice Construya muestra que en abril las ventas de insumos para la construcción caían 74% interanual. Desde junio entraron en terreno positivo. Los datos del Indec lo confirman. En julio las ventas totales del sector de la construcción cayeron 13%, pero las de ladrillos huecos crecieron 25%; las de pinturas, 21%, y las de pisos y revestimientos cerámicos, 18,5%.
También el Indec muestra que en el segundo trimestre de este año, plena cuarentena, las ventas totales de electrodomésticos cayeron 24%. Sin embargo, las de impresoras y escáneres crecieron 29% y las de computadoras y notebooks, 2%. Por otro lado, se está produciendo un inesperado récord en la venta de bicicletas. El año pasado se vendieron 600.000 unidades. Este año llegarían al triple: 1,8 millones, según las proyecciones de Cimbra, la cámara que agrupa al sector.
Nuestro último relevamiento cualitativo del humor social, que concluimos la semana pasada, demuestra que el estado de alerta máxima en el que se vive desde hace más de seis meses provocó un agotamiento crónico. La cuarentena logró lo imposible: cerrar la grieta. Ya les resulta poco sostenible a unos y a otros.
La gente está "des-ritmada". Y eso agota el doble, dado que la energía no encuentra nunca un flujo de "velocidad crucero" que permita relajarse y descansar. Algo de eso puede apreciarse al circular por la calle. Se perdieron los parámetros. Los autos, las motos y las bicicletas aceleran por demás descargando adrenalina contenida, o circulan a un ritmo cansino, cual principiantes, que traba el tránsito. ¿Qué se puede hacer y qué no? ¿Es correcto sentirse culpable y en infracción casi por cualquier cosa? La progresiva salida del confinamiento, tanto la legal como la ilegal, está trayendo un sabor agridulce. Es mejor que la amargura del encierro, pero está lejos del anhelado bienestar.
Esta sociedad agobiada y apunada, que veía venir pero prefería postergar la crisis, ahora se prepara para vivirla. Expertos y duchos en la materia, los argentinos funcionan como los animales en la selva. Registran las señales ocultas del contexto que el ojo no entrenado pasaría por alto. Tienen muy agudizado el instinto de supervivencia.
La imaginaria biblioteca de su inconsciente colectivo guarda los manuales de crisis 1, 2, 3 y 4. Mientras los releen, crece su temor. Pandemia y cuarentena no figuran en ninguno. Temen que esta vez sea distinto a todo lo conocido y experimentado. La describen como una crisis con forma de estrella de cinco puntas: la económica, la social, la política, la sanitaria y la emocional.
Aun considerando los aportes del Estado nacional, al comparar el ingreso promedio de los hogares en el segundo trimestre de este año con el del segundo trimestre del año pasado, considerando la inflación interanual (42,8%), la pérdida de poder adquisitivo de las familias fue del 11% (fuente: Indec).
La restricción en los ingresos se explica no solo por la postergación de los incrementos salariales, sino, sobre todo, por lo que sucedió con el empleo.La tasa de desempleo del segundo trimestre de este año, que acaba de publicar el Indec, es de por sí preocupante: 13,1%. El valor más alto desde el primer trimestre de 2005. Proyectado a la población total del país, son 2,3 millones de personas que buscan y no consiguen trabajo.
Efecto desaliento
El dato más preocupante no es ese. Es que por el efecto desaliento de la pandemia y la cuarentena, 4 millones de personas se retiraron de la búsqueda de empleo. La población económicamente activa era de 21,4 millones de personas en el primer trimestre y cayó a 17,4 millones en el segundo (fuente: Indec). Se supone que a medida que se abra la economía volverán a buscar trabajo. La pregunta del millón es: ¿lo encontrarán? Si lo hicieran, ayudarían mucho a la recuperación. Pero si no lo hicieran, podrían llevar la tasa de desempleo a un nivel inédito.
Ante ese escenario de crisis multidimensional, que podría darse o no, pero que resulta verosímil y domina la conversación pública cotidiana, cada uno se aferra a lo que puede.
Ante ese escenario de crisis multidimensional, que podría darse o no, pero que resulta verosímil y domina la conversación pública cotidiana, cada uno se aferra a lo que puede.
Es cierto que la compra de dólares y de insumos para la construcción se vincula de manera directa con la brecha cambiaria. Los argentinos huyen del peso y corren hacia el dólar o hacia algo que se le parezca lo más posible, como los ladrillos. Especialmente cuando el costo de construcción en moneda dura está en el piso histórico. Eso es historia conocida. También es real que el boom de las bicicletas se vincula con la nueva movilidad en tiempos de Covid.
Pero hay otra cosa. Además de agotada, la gente está triste, preocupada, enojada y frustrada. El humor social es un volcán activo. Al refugiarse en la seguridad de proteger sus ahorros, en mejorar el confort de su nuevo "hogar búnker" (casa, colegio, oficina, cine, gimnasio) y en la contención de sus afectos, los argentinos están buscando el modo de canalizar una energía potencialmente explosiva generando una válvula de escape a tanta angustia.
Las bicicletas son para moverse, sí. Pero sobre todo son para llegar a esos nodos de vitalidad en que se transformaron los parques y plazas, que, a medida que sube la temperatura, recrean de modo creciente el espíritu de algo que hoy se presume lejano: la playa. La nueva espacialidad urbana es un fenómeno que Almatrends, nuestro lab de tendencias globales, detectó en mayo en ciudades como Nueva York, Londres o París. Ya llegó a Buenos Aires y también a muchos municipios del conurbano bonaerense. El verde, el sol y el aire libre brindan la energía positiva que permite bloquear la sobredosis de negatividad que genera el encierro.
Casi como un hecho asincrónico con la época, y de manera paradojal en plena aceleración de la vida digital, volvieron el encuentro cara a cara, el diálogo personal y hasta los juegos de cartas. Increíblemente, en esos raptos de oxigenación los teléfonos celulares pierden protagonismo. Las bicicletas se ubican en ronda limitando el espacio y "protegiendo" al grupo, que se ubica a distancia prudencial en un formato circular. Un comportamiento profundamente humano de carácter tribal.
En su último libro, Las pequeñas alegrías, la felicidad del instante, el antropólogo francés Marc Augé se dedicó a estudiar esos pequeños momentos que nos permiten tocar por un rato la felicidad y tolerar las presiones del entorno en el que vivimos. "En la vida experimentamos alegrías repentinas que no esperábamos, pues el contexto no lo anunciaba, pero a pesar de eso se producen y mantienen contra viento y marea. Nuestras relaciones con los demás están en juego en los momentos de felicidad; esto tiene una dimensión antropológica. La relación con uno mismo y la relación con los demás son indisociables".
Como si hubieran leído los consejos de Augé, en eso andan los argentinos. Refugiándose en sus hogares y en sus afectos para enfrentar lo que sea que vaya a venir.