Diego Maradona. El ídolo que no pudo gambetear a la política.

"La verdad, no me importa lo que Maradona hizo con su vida. Me importa lo que hizo con la mía". Así contestó el Negro Roberto Fontanarrosa cuando le pidieron un juicio sobre la peripecia de Diego Maradona. El hombre de 60 años que murió ayer encarnaba la emoción que inspira el fútbol. Alegrías sin mediación, que suspenden fragmentaciones, igualitarias. La perplejidad que ocasiona una destreza que se aproxima al arte.
Autor: Carlos Pagni LA NACION - 27/11/2020
Era inevitable, entonces, que se cruzara una y otra vez con la política, cuyo insumo principal es la emoción. Era inevitable que la política lo manipulara. El último contacto, misterioso, se produjo ayer. Falleció un 25 de noviembre. Como Fidel Castro.
Es poco pertinente retratar a Maradona por sus inclinaciones ideológicas. Como es impertinente hacerlo con Borges. O Gardel. Eso no quiere decir que la relación con Castro no haya sido determinante para él. Ocurrió en Cuba, durante 1999, cuando viajó a la isla para una de sus tantas desintoxicaciones. Allá se hizo de izquierda. Antes de volver se tatuó en un brazo al Che Guevara. Seis años más tarde, en el principal estadio marplatense, Hugo Chávez ahuecaba la voz para gritarle: "Ven aquí, Diego. Alca, alca, al carajo". En esa cumbre de 2005, rigoreando a George Bush hijo, también Néstor Kirchner se convirtió en bolivariano.
El kirchnerismo fue la última afinidad de Maradona con el poder. Alberto Fernández sacó ventaja de esa simpatía para vampirizar la popularidad del ídolo. Javier Grosman debe organizar unfuneral de ópera en la Casa Rosada. Fernández quiere para Maradona una despedida peronista. Como la de Evita. Como la de Néstor. Sin embargo, el vínculo del muerto con el oficialismo careció de intimidades. A pesar de esa distancia, Cristina Kirchner lo llamó el 30 de octubre para saludarlo en su cumpleaños. Ese día él había aparecido en la cancha de Gimnasia, el club de la vicepresidenta, donde lo homenajearon. Desmejorado, abandonó la silla del DT antes de tiempo. Se había puesto un buzo negro con la escarapela argentina y la publicidad de YPF. Era el adelanto de un auspicio que no llegó a formalizarse. La relación de Maradona con el oficialismo se anudaba a través de La Cámpora. Esa agrupación ha pintado varios murales con su nombre en la cava de Fiorito. Y una de sus dirigentes, Daniela Vilar, sorteó una camiseta suya entre la militancia de Lomas de Zamora. Maradona no tuvo un trato personal con Máximo Kirchner, pero sí con Santiago Carreras, el eslabón de la agrupación con el fútbol. Carreras, a pesar de su antiguo riquelmismo, impulsó en 2016, como senador bonaerense, que se lo declarara ciudadano ilustre de la provincia de Buenos Aires.
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