Hay otra disputa detrás de la invasión en Ucrania.

Una de las manifestaciones del cambio de época que vivimos en el mundo es el debilitamiento del poder político tal como se lo concibió. Sostiene Yuval Harari que los seres humanos nos hemos creado ficciones, fenómenos que tienen vigencia simplemente por una extendida aceptación y sin una explicación material. Y una de ellas (dice) es el poder político.

Autor: MARCELO ELIZONDO en Cronista - 12/03/2022


La ciencia política ha explicado por siglos al poder como una vinculación entre legitimidad (consensos) y fuerza (imposición). Y en los últimos años la exigencia de legitimidad ha crecido (y, ante su ausencia, las crisis políticas se han multiplicado).

La aceptación del capitalismo en China, las migraciones indetenibles en Europa o Estados Unidos y la proliferación de información (y empresas que la operan) a través de internet más allá de las fronteras, están entre los numerosos ejemplos de la vulnerabilidad del poder nacional tradicional para controlar procesos.

Como un efecto de ello, en los últimos años las empresas han irrumpido como actores prevalentes, ocupando espacios (muchos vacíos), adquiriendo la capacidad (además de generar bienes o servicios) de ser creadoras de nuevas realidades. Las condiciones ya no son necesariamente creadas por la política (como en la Revolución Francesa, la caída del Muro de Berlín, la revolución norteamericana, la creación de la Union Europea) sino que las empresas disrumpen con la evolución tecnológica y el poder solo puede aparecer atrás para regular lo que otros ya han creado.

Dice Guibert Englebiene (cofundador de Globant) que ahora los que gobiernan sufren el desconocimiento de lo que sucede con la tecnología y por eso las leyes llegan tarde y las instituciones quedan antiguas. Y expresa John Dickerson en su libro "El trabajo más difícil del mundo" que la labor del Presidente de Estados Unidos se volvió algo destinado al fracaso y la desilusión porque cuando ese cargo se creó la cantidad de tareas y expectativas era manejable mientras ahora, con la actual ultracomplejidad, no hay manera de lograr objetivos esperables.

La mayor relevancia de las empresas opera en la economía y también en la cultura, las prestaciones sociales, la evolución científica y hasta en la geopolítica. Se evidencia en la relevancia de los laboratorios ante la actual pandemia, las plataformas de reuniones virtuales para sostener sistemas educativos o teletrabajo, las megaempresas conquistando el espacio y las redes sociales convirtiéndose en vehículo central de la comunicación política. Internet, a través de decenas de empresas, se ha convertido (como dice Oliver Marchom) no ya en un espacio para informarnos u opinar sino en un nuevo continente que trasciende fronteras físicas y en el que compramos, vendemos, ahorramos, producimos, hacemos, debatimos, vivimos.

Esto no es un detalle menor si advertimos la manera (consecuente) en que las potencias occidentales han reaccionado a la invasión rusa en Ucrania. A la acción militar, occidente reaccionó con sanciones económicas.

Lo militar tiene efectos rápidos pero lo económico no. Aunque la devaluación del rublo, la salida de Rusia de más de 50 empresas internacionales y la crisis en el sistema bancario ya han generado impactos. Hay efectos inmediatos (sanciones formales como la salida del SWIFT, la inmovilización de las reservas del banco central, la veda a empresas a operar en Rusia) pero también habrá impactos mediatos, especialmente afectando expectativas y condicionando decisiones de consumidores, ahorristas, inversores.

Lo que está en juego, pues, es mucho más que "quién gana". Si las sanciones occidentales tuvieran en el mediano plazo efectos (podrían ampliarse hacia Ucrania si Rusia toma su control) consolidarían las características de una nueva época en la que lo económico y las empresas logran niveles de influencia inéditos.

En Rusia se acumula un stock de 450.000 millones de dólares de inversiones extranjeras que en parte ya han comenzado a emigrar. Las exportaciones rusas, de unos 400.000 millones de dólares anuales, tendrán dificultades para avanzar en muchos mercados, y la afección a las importaciones rusas (necesarias para mantener en marcha consumo y producción), que suman unos 350.000 millones de dólares anuales, obstruirá la economía.

Rusia es la segunda potencia militar mundial, pero en términos económicos (PBI de 1,7 billones de dólares) su fortaleza es muy inferior: antes de la reciente devaluación era la 12va economía mundial por su PBI; por debajo de la India, Corea del Sur y hasta Brasil; y luego de la reciente devaluación su lugar en el ranking desciende por debajo del lugar 15.

Como otra manera de entender lo referido, Occidente se ha cuidado de dejar fuera de las sanciones a los flujos comerciales de energía de Rusia hacia Europa (más de la mitad de las exportaciones rusas se compone de gas y petróleo, y la mitad de sus ventas externas se orienta a Europa). Esto confirma la relevancia de lo económico (los líderes políticos occidentales no quieren afectar el consumo de sus países) pero, a la vez, deja por delante posibles exacerbaciones de restricciones.

Así, el poderío militar y la firmeza en la decisión del presidente Putin desafían no solo un orden sino paradigmas de la época. Con instrumentos de siglos anteriores se enfrenta a cualidades del siglo XXI.

Si lo económico (Occidente) prevaleciera, eso ocurría luego de una espera y una acción paulatina. Aunque lo militar podría asestar un enorme golpe antes.

Y si lo primero ocurriera es altamente probable que -tras el presente shock- el mundo confeccione luego un nuevo mapa geopolítico/económico, en el que los países (y mercados) comiencen a asociarse (porque la internacionalidad productiva no es detenible) según concepciones sobre el modo de ejercer el poder político, el rol de la ley, el estado de derecho, las libertades subjetivas y el funcionamiento del capitalismo. Nuevas alianzas conforme valores predominantes.

¿Nace un nuevo mapa? En el mundo hay unos 70 países democráticos (menos de 30 son democracias plenas), y más de 100 que no lo son. No es poco, pues, lo que se debatirá en los próximos tiempos.