Con la inflación no se convive; se la destruye.

Los economistas denominamos inflación al proceso de aumentos persistentes de todos los precios, y es el mecanismo de ajuste de los desequilibrios en el mercado del bien utilizado por la economía como unidad de cuenta. Como la mayoría de los países utilizan como unidad de cuenta a la base monetaria (o “dinero”) es frecuente decir que la inflación es siempre un fenómeno “monetario”.
Autor: Ricardo Arriazu en Clarin - 17/07/2022
Cuando conviven dos unidades de cuenta el problema es un poco más complicado porque el público utiliza para muchas transacciones esa unidad de cuenta alternativa (el dólar en Argentina) pero los “precios” deben ser convertidos a la unidad de cuenta legal (el peso). De todos modos, lo que pasa en el mercado cambiario es siempre la contrapartida de lo que pasa en el mercado monetario.
Dejando de lado los tecnicismos, la inflación es siempre el reflejo de una emisión que excede a su demanda, casi siempre destinada a financiar desequilibrios fiscales. Cuando se emite más de lo que el público demanda los precios suben para forzar una demanda adicional de dinero reduciendo el poder de compra de las tenencias actuales (impuesto inflacionario).
Los impactos dañinos de la inflación son múltiples y si los desequilibrios que la originan no son eliminados la propia inflación los acentúa potenciando sus efectos.
Los pesos que emite el gobierno son siempre la contrapartida de bienes o servicios adquiridos a cambio de “papelitos”. Esos pesos son una deuda del gobierno que pierden poder de compra al elevarse los precios, lo que se convierte en una “estafa” al reiterarse.
Las reacciones del público en este contexto son idéntica en todos los países: la primera vez que los estafan se sorprenden, la segunda se enojan y la tercera buscan protegerse cambiando sus monedas locales por otros activos que mantengan su valor (monedas extranjeras estables o bienes), lo que exacerba la inflación al disminuir la demanda de la moneda local y genera problemas de balanzas de pagos al incrementar la demanda de divisas.
Adicionalmente, los que buscan protegerse son siempre los sectores más informados y sofisticados, por lo que el peso de la inflación recae sobre los sectores menos pudientes. La inflación es el peor de los impuestos.
El problema surge porque para los políticos es el más fácil emitir que incrementar un impuesto que debe pasar por el Congreso, o bajar el gasto público; nunca piensan en los tremendos efectos dañinos en el mediano y largo plazo. Más aún, algunos creen que esa emisión es realmente positiva para el país.
Ricardo H. Arriazu es economista.