Con todos los astros en contra.

Aníbal Fernández Alfredo Sábat

Un día después de que una multitud expusiera el laberinto de conflictos que atraviesan al Gobierno, la Corte dejó en evidencia el error estratégico más grave que cometió Fernández: la ruptura de una relación competitiva con Rodríguez Larreta

Autor: Carlos Pagni LA NACION - 22/12/2022


Se podría pensar, cediendo a la superstición, que para las fiestas los astros se han conjurado en contra de Alberto Fernández. Sería un alivio. Porque el problema es mucho más estructural. La conquista de la copa del mundo desató una corriente de alegría indescifrable en sus motivaciones profundas. Pero el Frente de Todos no pudo abandonar, siquiera por unas horas, su rutina. Reaccionó ante ese trance emocional volviendo a exhibir ese laberinto de conflictos en el que se enrosca cada día. Sus principales dirigentes hicieron todo lo que había que hacer para lograr lo que debían evitar: que la apoteosis de los astros de la selección adquiriera el tono subliminal de un repudio al Gobierno.

Al día siguiente de una jornada electrizante, Fernández recibió otro revés. En la que fue la última reunión de Acuerdos del año, la Corte Suprema de Justicia se pronunció a favor de la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires: los cuatro jueces del tribunal resolvieron, en un fallo interesantísimo por su elaboración constitucional, que el Estado nacional no tiene derecho a recortar los ingresos coparticipables de la Ciudad sin acordar antes con el gobierno local. Para el Presidente es más que una derrota jurídica o fiscal. Con su declaración, la Corte consolidó el que, acaso, haya sido el error estratégico más grave de Fernández: la ruptura de una relación competitiva con Horacio Rodríguez Larreta que, de prosperar, hubiera dado lugar a un nuevo ciclo político.

La marea humana que inundó las autopistas, las avenidas y las calles para recibir a la selección desplegó una algarabía tan intensa como difícil de descifrar. Nunca se había visto una movilización tan numerosa en la historia nacional. ¿3, 4, 5 millones de personas? Cualquier número queda chico. En esa magnitud entra de todo. Entusiasmo, gratitud, devoción, fanatismo.

En el plano más superficial no hay enigma alguno: el fútbol suele convertirse, durante los mundiales, en el último reducto de la identidad nacional. Esos campeonatos son la versión sublimada y admitida de la guerra. Pero lo que se vio en las principales ciudades del país el domingo pasado, y en Buenos Aires anteayer, tiene otra magnitud. No en vano fue una de las novedades del día en los noticieros de todo el mundo.

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