INFLACIÓN Y RECESIÓN: ENTRE LOS AGOREROS Y EL FIN DEL RELATO.
La política económica tiene a su favor una formidable cosecha de soja, buena recaudación tributaria y una estricta política de control monetario-cambiario. Tiene en contra el vacío en la “formación de expectativas” que, hoy, atienden más a los agoreros, que a los discursos contradictorios, de un relato que ha llegado a su fin. Se propone en esta nota, un ajuste serio y planificado de las expectativas, para que la macro adquiera previsibilidad. También se sugieren soluciones micro, a temas como la crisis automotriz y el mínimo de Ganancias para los asalariados.
Autor: JORGE INGARAMO - 13/05/2014
Relatos y agoreros.
El oficialismo acusa a economistas opositores de agoreros. El Jefe de Gabinete sostiene que las finanzas “tienden al equilibrio”, pero como nadie le cree y no muestra números, los agoreros se hacen la fiesta. El Ministro Kiciloff, lamentablemente, para la estrategia oficial, es una carga difícil de sobrellevar. Si bien cuenta con el beneplácito de la Presidenta, va muy lento en las negociaciones con el Club de París e indirectamente con el FMI y hace papelones en almuerzos con industriales y multas a supermercados. Se ha vuelto “increíble”.
La Presidenta, para no ser menos, les dice a los productores agrícolas que las Retenciones aumentan la producción, poniendo un ejemplo históricamente incomprobable. Mientras tanto, la política monetario-cambiaria se lleva adelante con extremo rigor y, por efecto del impuesto inflacionario, la recaudación tributaria marca récords, por fortuna, de la mano de una inmejorable cosecha de soja.
Está claro que la política oficial cambió, desde el 22 de enero. Pero no cambió el “relato” y, menos aún, se adecuaron las expectativas de los agentes económicos al “realismo” obligado, que viene imponiendo el Central (con la indudable colaboración de CIARA, los bancos y la ANSES).
Puede afirmarse, categóricamente, que con esta recaudación de abril y con la política monetario-cambiaria de los últimos cuatro meses, no tendríamos por qué oír a los agoreros inflacionarios, que pronostican -más de 30 puntos de crecimiento de los precios, -un Dólar de $ 10 a fin de año y, como si fuera poco, tienen el tupé de decir que -con esta tasa de interés, la economía entrará en recesión (de hecho, los pésimos números de actividad de abril avalan este razonamiento, pese a su demostrable inconsistencia lógica).
La devaluación del Peso, inevitablemente impactó sobre los costos, los precios y el nivel de vida de todos. Los argentinos, ahora más pobres, nos habíamos acostumbrado a la tasa real negativa, la fiesta fiscal, las tarifas subsidiadas y el atraso cambiario. Todo eso se terminó. Desde enero, venimos pagando la fiesta. Pero la factura sería infinitamente menor si el personal político del gobierno fuera otro, más respetable, y lograra “conducir las expectativas”, organizando un Plan y superando una permanente improvisación, que está a punto de cumplir seis meses.
La inflación y sus causas.
El discurso agorero sostiene la necesidad de devaluar, pasado el veranito de la soja, para evitar el atraso cambiario, ya que sostiene que el Banco Central sigue imprimiendo dinero. Todo ese razonamiento se viene abajo si se hace un balance de la incidencia fiscal en la expansión de la Base Monetaria, en los últimos años.
Entre 2011 y 2013 los crecimientos anuales de Base Monetaria superaron siempre los 2,5 puntos del PBI. Entre los factores de variación de dicha Base, la participación del Sector Público fue de 52,1; 56,2 y 134,7% en 2011, 2012 y 2013, respectivamente. Que supere el 100% en 2013, se justifica porque la pérdida de Reservas del Banco Central fue claramente un factor contractivo de Base. Pero el Central le mandó al Estado, M$ 94.082, durante 2013, es decir casi 4 puntos del Producto. Por eso, tuvimos la inflación y la pérdida de Reservas que obligaron al “fin de la fiesta”.
¿Qué ocurrió en los primeros cuatro meses de 2014, según el Informe Monetario del Banco Central?. La Base Monetaria se contrajo nominalmente en M$ 25.034, es decir un 6,6% en lo que va del año. El Sector Publico fue factor de expansión en enero y marzo, por cifras superiores a los M$ 8.500. Pero resultó contractivo en febrero y mucho más en abril, en que “devolvió” M$ 7.008, con lo que su saldo neto (cuatrimestral) de requerimientos al Banco Central, fue de M$ 8.653, cifra que anualizada no supera el 0,8% del PBI.
Nunca se podría justificar, ante semejante contracción de la Base y tan bajo requerimiento del Sector Público, una inflación anual superior al 30%, para 2014. La que tuvimos, en los primeros cuatro meses, responde estrictamente al efecto de la devaluación, mucho más duro en un país que exporta lo que come y cuyo sector industrial, principalmente automotores y autopartes, es fuertemente deficitario y gran demandante de dólares.
Nótese que estamos analizando cuatro meses, de los cuales los tres primeros registran bajos ingresos por Derechos de Exportación, a raíz de la discriminación de la política oficial a las producciones de trigo, girasol, carnes y lácteos, que comentáramos en otra nota. Recién en abril, se da el aluvión sojero, que justifica el incremento espectacular de recaudación por Derechos de Exportación, que fuera del 171,7% (en relación a marzo de 2014), tal cual habíamos pronosticado, o un poco más.
El factor más significativo, durante abril, de expansión de la Base Monetaria, fue la compra de divisas. Las Reservas crecieron en MU$S 1.213. Por supuesto que fue virtualmente esterilizada con la colocación de Títulos del BCRA, lo cual sostiene en el corto plazo la tasa de 27 a 29%, según plazo, que se paga por las LEBACs en pesos. Es más, en la última semana de abril, se produjo una inyección de liquidez, vía pases y redescuentos, a pedido del Ministerio de Economía y ante el riesgo de una subsiguiente caída del nivel de actividad, en mayo.
Finalmente, todos reconocemos que, si se compara el mes anterior al del inicio de la nueva gestión en el Banco Central (octubre de 2013) con abril de 2014, la inflación acumulada superaría probablemente el 17%. Una vez más, está justificada por la devaluación, ya que ni bien se hizo cargo la nueva conducción monetaria, aceleró los mini-ajustes, para luego pegar los dos saltos que llevaron el Dólar a $ 8.
Lo interesante es que, si uno compara los billetes y monedas en poder del público, estos han crecido en apenas 2,3% (¡nominal!) entre octubre y abril. Para mayor claridad, en los primeros cuatro meses del año 2014, dicho circulante cayó 7,8% nominal, es decir que, dado un aumento de precios de aproximadamente un 12%, el poder “real” de compra del dinero que está en los bolsillos es hoy un 17,7% inferior al de principios de año.
En síntesis, mientras más se demore en ajustar las expectativas a la nueva realidad, mayores serán los dolorosos ajustes de cantidades. Seguramente, los agoreros se quejarán del efecto recesivo del ajuste monetario. Luego: la baja de tasas no podría producirse en este contexto, por el riesgo de una corrida hacia el Dólar. Este argumento es completamente erróneo y no tiene en cuenta los Fundamentals: fuerte caída de la liquidez real y clara suba en la recaudación impositiva.
Pero hay problemas.
Amén del relato y de las dificultades que observan los empresarios en el proceso de formación de precios, hay realidades que merecen atención específica y NO cambios macroeconómicos. Una rápida respuesta oficial ayudaría a cambiar los ánimos y atenuar, en parte, el sesgo recesivo del “fin de fiesta”. Se nos ocurren dos, a título de ejemplo:
a) Ante la brusca caída en la venta de automóviles, por las razones conocidas (devaluación e iliquidez), el Ministerio de Economía podría reducir, transitoriamente y con carácter de emergencia, los gravosos Impuestos Internos que pagan los compradores de autos 0 kilómetro. Dado que está recaudando mucho más, gracias a la devaluación, podría sacrificar, entre los meses de junio y septiembre, por ejemplo, $ 10.000 por auto vendido, en la percepción de dicho gravamen. Suponiendo una venta normal de autos de 75.000 unidades por mes, en cuatro meses dejaría de percibir M$ 3.000, o sea un 0,3% de los recursos tributarios anuales totales (un vuelto). Si no hace nada para abaratar los autos y facilitarle a la cadena de valor, la reducción del precio unitario, tampoco percibirá ingresos por IVA, por importaciones y, obviamente, por Impuestos Internos. Urge evitar que la rueda se frene, ya que hay más de 300.000 puestos de trabajo, directa o indirectamente vinculados a este sector, incluyendo las redes de concesionarios.
b) Se debe dar una solución jurídica definitiva a la aplicación del Impuesto a las Ganancias sobre los salarios. Ya hay dictámenes jurídicos que sostienen que el salario no es ganancia. Una rápida solución a esta cuestión calmaría las aguas, a nivel de pujas sindicales y, obviamente, favorecería el consumo de los asalariados y el nivel de actividad económica. Si, a la vez, se aplacan sostenidamente las expectativas inflacionarias y se aggiornan al marco de control monetario estricto, que aplica el Banco Central, el poder de compra de jubilados, asalariados y, por qué no, de toda la sociedad, mejoraría en términos reales y permitiría una leve expansión del PBI, por lo menos entre los meses de mayo y septiembre, en los cuales el Banco Central podría recomponer las Reservas y la soja podría ingresar de manera fluida, dinamizando todo el sistema creación de valor que depende del resultado agrícola, que va desde bancos y proveedores de semillas hasta vendedores de máquinas y de autos, así como inmuebles y turismo.
No es tan difícil arreglar los problemas puntuales, que se han agudizado por el “fin de fiesta”. Cuanto más se apeguen al relato y más politicen las decisiones económicas, peor será para todos. A los particulares, nos gusta saber adónde vamos y no vemos, ni en el relato ni en los agoreros, el camino correcto.