Un desafío a la gobernabilidad libertaria.

El caos del miércoles y la sensación de pérdida de control de la calle sacudió a la cúpula del poder; la secuencia de traspiés del Gobierno envalentonó a la oposición más radicalizada y el sistema político volvió a crujir
Autor: LA NACION Jorge Liotti - 16/03/2025
Había sido un día difícil y por fin parecía concluir. Una violenta manifestación frente al Congreso había exhibido por primera vez en su gestión escenas de caos descontrolado y una extraña sensación de no poder dominar la calle con nitidez. Javier Milei decidió llamar a los responsables de La Fundación El Club de los Viernes, un think tank español de orientación liberal que iba a entregarle esta semana la distinción “Escuela de Salamanca”. Les dijo que debía suspender el viaje, se disculpó por no poder ir, y argumentó que había sufrido un intento de golpe de Estado e iba a enfrentar otra embestida en pocos días más. Del otro lado lo escucharon muy afectado, transmitiendo la sensación de que su administración estaba bajo una amenaza de desestabilización peligrosa.
No fue una sobreactuación; esa fue la percepción que dominó desde entonces en el vértice del poder, donde entienden que afrontan el mayor desafío a la gobernabilidad desde que asumieron. Las reuniones del Presidente con sus principales ministros se extendieron hasta el fin de semana, con el foco puesto en el miércoles próximo.
El Gobierno intentó instalar la idea de que, al igual que en otras protestas, los beneficia políticamente que queden expuestas las agresiones de los manifestantes y la resistencia de las fuerzas de seguridad, porque reafirma su rol de garantes del orden frente a expresiones típicas del pasado. Pero puertas adentro la evaluación fue distinta.
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