El periodismo de calidad goza de buena salud.

CRACOVIA, Polonia.– Dieciséis mujeres, algunas de ellas muy jóvenes, suben al escenario de un auditorio y más de 900 editores reunidos aquí, en el Congreso Mundial de Medios (WAN), se ponen de pie para ovacionarlas. Lucen serias y compungidas, y algunas llevan sus brazos derechos al pecho para posarlos sobre el corazón.
Autor: LA NACION Fernán Saguier - 11/05/2025
La imagen es de una orfandad desoladora. No hay hombres entre ellas, apenas el anfitrión. Son ucranianas. Sus colegas y esposos desde hace tres años permanecen alistados con armas en el frente de combate como ocurre con todo varón mayor de edad de ese país.
Ellas cumplen con su trabajo sin alardes ni falso orgullo, sin derramar una lágrima. Son periodistas.
Desde que Rusia invadió salvajemente Ucrania el 24 de febrero de 2022, 332 medios cerraron en el país agredido y 97 cronistas perdieron la vida simplemente por cubrir las atrocidades que a la fecha continúan más allá de la frontera situada a poco más de dos horas de auto de esta ciudad.
La imagen puede resultar exagerada, pero es una síntesis perfecta, que describe con dramatismo estremecedor el papel que cumple el periodismo en tantos rincones del planeta. Narrar los hechos, contar la realidad. Pero, paradójicamente, esa imagen también deja en evidencia la contracara del momento actual: el intento deliberado a escala mundial por desacreditar el papel de los profesionales de prensa por una ola de discursos agresivos que emanan del poder político.
Estamos ante un cambio de era. Se dijo aquí, en el Congreso Mundial de Medios de Comunicación, que tres cuartas partes de la población del planeta están viviendo bajo regímenes autocráticos, que en muchos casos llegan al poder mediante elecciones limpias para después socavar las instituciones y procurar silenciar las voces disidentes. Es el clásico recurso de los populismos, sean de izquierda o de derecha.
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