El avance narco sobre un conurbano descompuesto.

Frente de un búnker de venta de drogas en Morón Nicolás Suárez

Hay indicios claros de que el negocio de la droga perforó la malla de contención social y amenaza las dinámicas familiares; el inédito vacío de representación política

Autor: LA NACION Jorge Liotti - 08/06/2025


La inauguración de la canchita de fútbol en el barrio popular Kilómetro 13 de Quilmes había sido motivo de festejo en el vecindario. La promovieron desde la parroquia como un espacio de socialización en un entorno social difícil. Al tiempo le agregaron luces para poder ampliar su uso y se convirtió en un punto de encuentro para chicos y jóvenes.

Pero una noche las bandas narcos que operan en la zona, interpretando que ese espacio era un desafío a su dominio territorial, volaron a balazos los reflectores que iluminaban el campo de juego. El sacerdote del lugar consiguió apoyo para reponer las luminarias, con la convicción de que estaba en riesgo algo más que un juego deportivo.

La tensión volvió a escalar cuando los narcos decidieron dar un paso más osado e instalaron una casilla de venta en el círculo central de la canchita. Una señal mafiosa de indudable significado. Pocas noches después, los vecinos organizados en torno de la parroquia la removieron con una topadora y volvió el fútbol. Una disputa metro por metro entre dos universos contrapuestos.

Esa historia mínima que ocurrió hace pocos meses describe uno de los principales flagelos que azota a los barrios populares y que se ha transformado en el fenómeno más peligroso del AMBA: la convivencia diaria con el mundo narco, la socialización de sus dinámicas y el quiebre del precario esquema de contención que integran parroquias, comedores y clubes.


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