Anhelos de normalidad y de futuro, los grandes ganadores del domingo
Se confirmó la plasticidad de un electorado que hace juicios diferenciados en cada comicio y define su voto de modo estratégico sin emitir cheques en blanco
Autor: LA NACION Luciano Román - 30/10/2025
Cuando los historiadores intenten, en el futuro, interpretar y descifrar estas últimas elecciones, se encontrarán frente a un complejo desafío. ¿Cómo entender que en apenas 50 días el Gobierno haya pasado de una durísima derrota en la provincia de Buenos Aires a un sorpresivo triunfo en ese mismo distrito? ¿Cómo se explica que los magros resultados que obtuvo La Libertad Avanza en casi todos los comicios provinciales se hayan convertido en una estridente victoria en las elecciones nacionales? ¿Cuáles fueron las razones de ese impactante vuelco electoral cuando no aparece, en la superficie, ningún hecho concreto que haya ocurrido entre una elección y otra y que pueda explicar por sí solo el corrimiento en favor del oficialismo? Al revés: en esos 50 días, el Gobierno se vio forzado a bajar a su principal candidato bonaerense por consistentes denuncias de vínculos con un narco y tuvo que lidiar, además, con un clima de inestabilidad financiera que contaminó las expectativas económicas y obligó a pedir un dramático salvataje al Tesoro de Estados Unidos. ¿Qué corrientes subterráneas se movieron en el electorado? La respuesta exige un viaje a la psicología ciudadana y al estado de ánimo de una sociedad atravesada por el desencanto, pero al mismo tiempo dispuesta a buscar una salida.
El primer dato que emerge con claridad es el de la provisoriedad de los triunfos electorales. Los grandes ganadores de una elección pueden convertirse, cinco minutos después, en los grandes perdedores de las que siguen. Podría traducirse en un refrán: nadie tiene la vaca atada. Y es el resultado de una ciudadanía activa y vigilante, que a veces vota con resignación y otras con ilusión, pero que no se casa con nadie. En los comicios bonaerenses del 7 de septiembre había quedado claro, aunque el kirchnerismo se resistía a verlo: no era un triunfo de Axel Kicillof; era un mensaje a Milei. No se premiaba una gestión provincial que ha abandonado la seguridad, la educación y la salud, sino que una parte del electorado vio en esa instancia electoral la oportunidad de marcar diferencias con un liderazgo nacional que había exacerbado antagonismos y había exhibido chocantes rasgos de altanería y desmesura.
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