Una propuesta tributaria que... empeora las cosas.
Ante las propuestas de algunos dirigentes de oposición de aumentar el mínimo no imponible en el Impuesto a las Ganancias, financiándolo con el producido de la eliminación de exenciones a la renta financiera, el gobierno ha reaccionado con una propuesta que empeora la calidad del diseño tributario, empeora el resultado fiscal de corto plazo y probablemente termine en un aumento permanente de impuestos. Ello ocurre por varios motivos:
Autor: DANIEL ARTANA - 30/08/2013
1- La reducción de impuestos es transitoria en la medida en que el mínimo no imponible no sea ajustado automáticamente por inflación, mientras que el aumento de impuestos es más permanente si es que es aprobado por el Congreso. En el extremo se podría terminar dentro de unos años con la misma presión tributaria sobre los asalariados y con mayores impuestos a los dividendos y a la transferencia de acciones de empresas que no cotizan en bolsa.
2- El efecto fiscal de corto plazo es negativo, pero en el mediano plazo se vuelve más neutro ya que la inflación volvería a erosionar el valor real del mínimo no imponible y, al menos para las compañías extranjeras, se debería volver a un flujo normal de pago de dividendos al exterior. Actualmente los pagos de dividendos y regalías al exterior son del orden del 10% de lo que era habitual antes del cepo cambiario. La normalización aportaría unos 3.000 millones de pesos adicionales al fisco respecto de la proyección actual.
3- Los cambios en el mínimo no imponible generan saltos que llevarán a situaciones inequitativas.
4- La imposición al capital en la Argentina arrastra un viejo problema: favorece a los proyectos financiados con deuda. Ello ocurre porque se permite descontar de la base imponible del impuesto de las empresas los intereses pagados, al mismo tiempo que se grava la utilidad. Este sesgo se agrava cuando hay inflación. Como demostró el premio Nobel Stiglitz hace 40 años la deducción de intereses nominales en lugar de reales resulta en un subsidio a los proyectos financiados con deuda, al mismo tiempo que aumenta la presión sobre los financiados con fondos propios ya que se gravan ganancias nominales en lugar de reales.
5- Existen varias formas de corregir este sesgo. La propuesta de algunas entidades empresarias (similar a lo que se hace en Brasil) de descontar también un retorno sobre el capital propio corrige el sesgo pero resulta en una menor recaudación. La alternativa teórica es gravar el retorno del ahorro en cabeza de las personas. En el caso argentino ello tiene algunos problemas prácticos porque una parte importante de los ahorros están en el exterior, fuera del alcance de la agencia recaudadora. Y además se debería permitir el ajuste por inflación.
6- Es evidente que la introducción de un impuesto a los dividendos del 10% (llevando el impuesto a las utilidades distribuidas al 45%) agrava el sesgo al potenciar la imposición sobre ganancias nominales y volver todavía más atractivo el financiamiento vía deuda. Ello afecta más a las Pymes que normalmente recurren más al financiamiento con capital propio que las empresas de mayor tamaño.
7- La propuesta de gravar el mayor valor de acciones que no cotizan en bolsa también es un error. Además de gravarse ganancias nominales, se introduce un impuesto del 15% a algo que en muchos casos ya estaba gravado (indirectamente). Por ejemplo, si el aumento de valor de una empresa está asociado a mayores ganancias futuras que ya pagarán un mayor impuesto a las ganancias, no había necesidad de volverlo a gravar.
En este debate se pasa por alto un elemento básico. Simplificando, los Estados Unidos tienen un impuesto universal (impuesto a las ganancias que paga casi toda la población) y un estado pequeño para estándares de países desarrollados. Los europeos tienen muchos más seguros públicos universales pero agregan un segundo impuesto universal como el IVA. La Argentina durante años tuvo un solo impuesto universal (el IVA) y un gravamen a las ganancias que pagaba sólo el 10% de la población. La inconsistencia básica aparece cuando en la última década se generalizaron algunos gastos universales de altísimo impacto fiscal (jubilaciones sin aportes para todos, subsidios a la energía y el transporte para todos, etc.). Pretender que el impuesto a las ganancias sea un gravamen de elite pero que los subsidios universales sean permanentes resulta en mayor déficit fiscal y en inflación, que es otro impuesto para todos, pero mucho más regresivo que los tradicionales.
Por ello, reducciones en los elevadísimos impuestos que hoy tiene la Argentina (la mayor carga tributaria de la región, más alta que Estados Unidos, Japón y los países del sudeste asiático y similar a los países europeos mediterráneos) requieren un debate a fondo acerca del nivel de gasto público que es deseable. Claro está que en un año electoral era más fácil para algunos dirigentes de oposición realizar propuestas ‘populistas‘. Se olvidaron que en materia de populismo ganarle al gobierno es como pretender ganarle una carrera de 100 metros a Usain Bolt.
Daniel Artana Economista Jefe de FIEL