Rebalanceando la economía, en medio de una tormenta.

Bancos en alerta en Turquía. La lira sigue cayendo y el efecto contagio se hace sentir en las economías emergentes. Una crisis en el país podría espantar a los inversores de los mercados emergentes anuncio nuevos paquetes medidas economicas.

Autor: Ricardo Arriazu en Clarin - 19/08/2018


Los argentinos estamos preocupados por la marcha de la economía. La inflación ya superó la meta anual del gobierno, el tipo de cambio pasó en poco tiempo de 17 a 30 pesos por dólar, la tasas de interés subieron a niveles insospechados, bajaron los precios de las acciones de empresas argentinas y de los bonos (contraparte de la suba del "riesgo país"), se paralizaron las ventas de inmuebles, autos, motos y otros bienes durables. ¿Qué está pasando?

Una metáfora puede ayudar a describir esta situación. La economía argentina es como un barco averiado navegando en dos cursos de agua (los déficits gemelos), que demoró en llamar al carpintero para reparar el casco (tardanza en reducir el déficit fiscal), y repentinamente enfrenta problemas climáticos.

La incipiente guerra comercial condiciona el intercambio entre naciones, hace caer el precio de las materias primas e impulsa salidas de capitales de países emergentes. Las peleas entre Estados Unidos y Turquía - a quien el mercado asocia con Argentina -, la sequía agrícola (con un costo de 8 mil millones de dólares), y los eventuales impactos económicos derivados de los casos de corrupción de los "cuadernos" y Odebrecht, parecen situarnos ante la tormenta perfecta.

En este contexto no debe extrañar que los agentes económicos sientan miedo y restrinjan su nivel de gastos -ya afectado por la falta de financiamiento externo- y que quieran abandonar el barco todos aquellos que estaban financiando nuestro exceso de gasto, profundizando las divisiones políticas y acentuando la zozobra.

¿Hay esperanzas? La respuesta es afirmativa, siempre y cuando se enfrente la tormenta y no se intente virar para evitarla. Las dificultades serán severas, se necesita un buen capitán, pero la tormenta podría ser corta.

¿Es ésta una conclusión exageradamente optimista? Depende de cómo se la mire. Existen factores que deberían mejorar la performance de la economía el año que viene, pero primero hay que pasar la tormenta. El país debe corregir su tendencia a gastar de más, y necesita hacerlo de manera ordenada evitando que el ajuste lo realice en forma automática el mercado.

En 2017, Argentina registró un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos (exceso de gastos) equivalente a 31 mil millones de dólares, y las perspectivas para este año eran de un déficit superior a los 43 mil millones. Pero este déficit no puede existir si no se consigue financiamiento. Sin él, necesariamente hay que reducir el desequilibrio, pero lo importante es evitar que el rebalanceo se materialice exclusivamente por una baja de la demanda. Necesitamos un ajuste ordenado que combine algo de financiamiento con reducción de importaciones y mayores exportaciones.

No es una tarea fácil. La experiencia de casi todos los países (EEUU, Grecia, España y Portugal en 2009, Brasil en 2013 o Argentina en cada una de sus crisis) muestra que el ajuste tiende a materializarse ajustando la demanda agregada doméstica, lo que genera una fuerte caída en las importaciones y reduce el nivel de actividad económica.

Los datos recientes muestran que la velocidad de rebalanceo es bastante mayor a la esperada. El déficit comercial de junio se redujo a la mitad del registrado en el mismo mes del año anterior, a pesar de la baja de las exportaciones agrícolas. El déficit en cuenta corriente en base caja se redujo a un cuarto, y se cree que en julio mostró un saldo positivo. De continuar esta tendencia el déficit en cuenta corriente (en base devengada) sería este año apenas superior a los 20 mil millones de dólares.

El ajuste basado en la baja de la demanda tiene efectos negativos sobre el empleo, los ingresos, el bienestar de la población y la confianza de los consumidores, por la caída en el nivel de actividad económica. El desafío es cómo acortar los tiempos del rebalanceo y minimizar sus costos.

¿Cuáles son las perspectivas para el año que viene? Por un lado, la experiencia histórica muestra que las sequías en nuestro país presentan una asombrosa regularidad y que casi nunca duran más de un año. En un año sin sequía y con las perspectivas de siembra actuales, el valor de la cosecha debería incrementarse en casi 11 mil millones de dólares, lo que implica un impacto directo de casi 2 puntos porcentuales del PBI, más el indirecto por la mayor capacidad de gasto de los agricultores.

Por otro lado, la producción de hidrocarburos está en pleno crecimiento, impulsada por la explotación de yacimientos no convencionales en la cuenca neuquina; este crecimiento debería contribuir a disminuir el déficit energético de manera significativa.

Al mismo tiempo, hay sectores que ajustan por el lado de la oferta; en el sector automotriz están cayendo las ventas domésticas pero no la producción, la que se está canalizando a la exportación; y en el sector turismo se está revirtiendo el déficit turístico con el exterior y creciendo el turismo interno.

El gran desafío es cómo manejar la situación social y política interna, y convencer, en simultáneo, a los inversores de que se está en un camino sustentable. Para ello necesitamos que el "piloto de tormentas" actúe como un estadista.

Ricardo Arriazu es economista.