Milei, densidad y tragedia.

El odio y la guerra del Presidente contra la política, no discrimina y puede volverse una guerra contra todos los argentinos.

Autor: Eduardo Fidanza en Perfil. * - 27/02/2024


Una crisis severísima como la actual acaso requiera, para ser entendida, una “descripción densa”, concepto introducido por el antropólogo Clifford Geertz para estudiar la cultura. Interpretándolo libremente, distinguiremos tres niveles de análisis: opinión pública, sociedad y poder. Por el primero entendemos las estadísticas que provienen de los sondeos de opinión, cuyo método indaga preferencias, formuladas de manera sencilla a través de disyunciones y escalas. Este procedimiento supone ingenuamente que todas las opiniones valen lo mismo, lo que opaca las relaciones de poder y omite motivaciones, sentimientos y discursos. No obstante, las encuestas son el sensor empleado por políticos e inversores para elaborar sus estrategias, a menudo equivocadas.

El nivel de la sociedad supone muchos aspectos coexistentes e interrelacionados: las costumbres, configuradas en el largo plazo; las tendencias, que se actualizan permanentemente; las prácticas, las habilidades, los modos de subsistencia, la cultura económica; los sentimientos, los discursos, las creencias, las generaciones, que conviven bajo el mismo cielo. Estas dimensiones deben diferenciarse por educación e ingresos, porque el comportamiento, como lo enseña la ciencia social, depende de esos factores. Se aprecia, entonces, una trama de significados mucho más compleja y difícil de comprender para los que toman decisiones.

Una grave falla de liderazgo

El tercer nivel es el poder, un juego restringido a los que poseen suficiente fuerza para imponer su voluntad a los demás. Están concentrados y establecen consensos, o disputan, en torno a intereses políticos, económicos y simbólicos. Se los puede diferenciar por esferas de actividad: Estado, política, empresas, sindicatos, medios de comunicación, religiones. La coordinación de intereses y expectativas entre ellos es clave. Se definen en este ámbito la relación entre el capital y el trabajo, la administración y los relatos predominantes. Los actores del poder son cruciales, quizás los más importantes, de cuya lucidez o embotamiento depende el bienestar de las sociedades.

Por último, un concepto extraído de la literatura tal vez, puede ayudarnos a entender este momento con mayor profundidad. Nos referimos al género, es decir, al tipo de obra que se representa, o novela que se escribe: tragedia, drama, comedia, vaudeville, farsa. Sus seguidores creen que Milei encabeza una epopeya; algunos de sus críticos sostienen que representa una farsa; otros pensamos que, si insistiera con su estilo, podría provocar un final nefasto.

Reunamos ahora los elementos desplegados y tratemos de descifrar qué arrojan. Puede decirse, en un pantallazo: la opinión pública aún le da crédito al Presidente; la sociedad transita una etapa ambigua, donde conviven la esperanza con un enorme sufrimiento, que empieza a provocar rechazo al Gobierno en los estratos bajos suburbanos, castigados sin piedad por el ajuste. Los que eligieron al libertario se atreven a decir: “Nosotros lo votamos, pero nos cayó encima con todo”. Densidades insoslayables.

Los mercados están eufóricos, mirando el superávit más que la sociedad. Un gobierno radicalmente pro- mercado genera fuerte apoyo. La desregulación abrió nuevas oportunidades de negocios; se espera, con optimismo, la caída de la inflación y el fin del cepo. Sin embargo, hay sectores desconcertados por decisiones sin explicación que los perjudican, mientras muchos inversores adoptan el “wait and see”, monitoreando la deriva presidencial, el amateurismo y la debilidad legislativa del Gobierno. El FMI y el Departamento de Estado, que lo arropa, comparten esas inquietudes.

Otra, muy distinta, es la situación de los políticos, objetos de la ira presidencial, acusados de haber llevado el país al desastre. La oposición “dialoguista” oscila entre la culpa y el desconcierto; Macri, por afán de poder o ingenuidad, cree posible sintetizar neoliberalismo con anarcocapitalismo. El peronismo recalcula, Cristina reaparece atemporal, como si fuera la que ya no es, mientras los grandes sindicatos deploran un enfrentamiento abierto, pero están siendo llevados a él. Lo mismo les sucede a los gobernadores. El odio y la guerra de Milei contra la política no discrimina, pudiendo volverse una guerra contra los argentinos.

¿Esto es un drama o una tragedia? Porque comedia, no parece. La pregunta dista de ser retórica: indaga la naturaleza de los hechos y el probable desenlace de la historia, considerando que en el drama no hay muertos, pero en la tragedia sí. Para responder, acudiremos al ensayista George Steiner, quien afirma que la tragedia es propia de personajes irracionales, enceguecidos por un férreo destino del que no quieren, ni pueden, librarse. Así, según él, “se apresuran hacia feroces desastres, atenaceados por verdades más intensas que el conocimiento”.

En cambio, cuando hay justicia, o se busca restablecerla, no hay tragedia; si existen medios racionales para resolver los problemas, tampoco. Observando dos casos polémicos en el Gobierno, podría conjeturarse que al neoliberalismo militante de Caputo y Sturzenegger y al revisionismo de Villarruel, los ubicaría Steiner en el plano racional. Son formas de buscar la Justicia, según valores discutibles. Un ajuste brutal es lamentable, pero congruente; la reivindicación de la dictadura es inaceptable, pero no un acto de fanatismo. Al contrario, Milei desconoce la cordura y eso podría precipitar un final desgraciado.

Milei baja del Olimpo

Detrás de un Presidente que apela a las fuerzas celestiales, que insulta a los que no piensan como él, con grosería y crueldad; que expone sus creencias como verdades absolutas y agrava los conflictos desentendiéndose de las consecuencias; que desea que estalle todo, si ese fuera el costo para que se impusiera su doctrina, aparece el rostro de Edipo o de Macbeth, para no hablar de tantos líderes políticos y seudorreligiosos que llevaron a sus sociedades y sus seguidores a la ruina.

El primer día de marzo será una nueva oportunidad de confirmarlo o descartarlo. Si el Presidente escenificara una nueva agresión al Congreso, se aproximará un poco más al género trágico. Arriesgaremos que, si lo hiciera, será un acto individual, al modo del héroe solitario que, desoyendo a los sensatos, impulsa la acción hacia el caos, con la intención obsesiva de fulminar a sus opositores, que para él representan el mal.

Si ocurriera eso deberemos repetir con Steiner: “De nada vale pedir una explicación racional o piedad. Las cosas son como son, inexorables y absurdas. El castigo impuesto supera de lejos a nuestras culpas”.

* Sociólogo.
Licenciado en Sociología, Universidad de Buenos Aires. Fundador y director de Poliarquia Consultores. Analista político e investigador social. Ex columnista semanal del diario La Nación. Miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo. Ex profesor titular regular de la UBA.