Lijo, la bandera de la impunidad

Javier Milei y Ariel Lijo Alfredo Sábat

La postulación de Milei asoma como una decisión incomprensible si se otorga crédito a un gobierno que justifica casi todos sus pasos en la necesidad de sanear al país de un clima de inmoralidad irrespirable

Autor: Carlos Pagni LA NACION - 21/03/2024


La postulación oficial del juez federal Ariel Lijo para cubrir la vacante que dejó Elena Highton de Nolasco en la Corte Suprema significa que Javier Milei ha resuelto levantar la bandera de la impunidad. Una decisión incomprensible si se otorga crédito a un gobierno que justifica casi todos sus pasos en la necesidad de sanear al país de un clima de inmoralidad irrespirable.

Para cualquier observador que haya registrado la historia nacional de las últimas décadas debería resultar evidente que la mancha de la corrupción ha teñido casi todo. Sobre ese problema se instala otro, más grave: la ausencia de castigo. Ese vicio de segundo grado, de carácter estratégico, prospera gracias a la pésima moral de numerosos magistrados del fuero penal federal. Los tribunales de Comodoro Py son el emblema de esa descomposición. Y Lijo es el emblema de Comodoro Py.

El mensaje que envía el oficialismo con esta nominación no podría ser más inequívoco. Pone de manifiesto un desinterés por la calidad institucional que ya se había insinuado con bastante claridad con la designación como ministro de Justicia de un penalista como Mariano Cúneo Libarona, defensor de varios narcotraficantes, entre otros malhechores.

Es de lamentar que la propuesta de llevar también a la Corte a un excelente jurista como Manuel García-Mansilla, en su caso para reemplazar a Juan Carlos Maqueda cuando se retire por razones de edad, no alcance a disimular el brochazo de bleque que se arroja sobre la Corte con la candidatura de Lijo.

La muy poco edificante trayectoria de Lijo comenzó en los años 90 y ya desde el comienzo fue controvertida. Como joven secretario de la controvertida camarista María Luisa Riva Aramayo, “la Piru”, tuvo que enfrentar una acusación complicada: haber sido el dibujante del plano que presentó como propio Carlos Telleldín en su declaración como acusado del atentado contra la AMIA. Los calígrafos lograron que la causa no avanzara y Lijo se convirtió, con los años, en el encargado de investigar las irregularidades del expediente. A la historia le agradan los reencuentros: otro joven abogado, Cúneo Libarona, estuvo preso un mes en el mismo enredo, acusado de extorsionar a Juan José Galeano con un video en el que ese juez aparecía negociando una declaración de Telleldín a cambio de plata. Todo fue después declarado nulo.


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