Sin reformas, Argentina siempre será cara en dólares.

El proteccionismo y la estructura tributaria encarecen nuestros precios. Y la devaluación no modifica esta situación. Mariano Vior

Treinta mil argentinos arrasaron recientemente los centros de compras de Chile; sólo tres meses antes, chilenos, paraguayos y uruguayos arrasaban los comercios en Argentina ¿Qué explica este cambio?, y ¿hubo diferencias en estos fenómenos?

Autor: Ricardo H. Arriazu es economista para Clarin - 21/04/2024


La respuesta se encuentra en las importantes variaciones de precios relativos en términos de dólares marginales (no en términos del dólar oficial) y en las diferencias en los productos que compran los argentinos (tecnología y vestimenta) y los que compraban los extranjeros (alimentos, medicamentos, cosméticos y combustibles). Estas diferencias ya nos están indicando factores estructurales importantes al evaluar estos fenómenos.

La definición del dólar que se utiliza en las comparaciones es crucial. Los datos publicados por el INDEC muestran que luego de la devaluación la mayoría de los productos bajaron sus precios en términos del dólar oficial pero casi los duplicaron en términos de los dólares marginales.

Un ejemplo basta para ilustrar este punto; el precio promedio del pan en el Gran Buenos Aires pasó de 1242,72 pesos por kilogramo en noviembre a 2.214,07 en marzo, por lo que en términos de dólares oficiales pasó de 3,52 a 2,6, mientras que al CCL pasó de 1,41 a 2,07. De aquí surge la primera gran conclusión: Argentina era barata para los que tenían dólares marginales pero no para el conjunto de los argentinos.

Esta situación explica cómo pasamos de ser un país barato a ser un país caro, pero no explica porqué somos estructuralmente caros. La respuesta es la misma que explica porque los argentinos compramos productos tecnológicos y ropa en el exterior, y porque los extranjeros no los compran en Argentina. El proteccionismo y la estructura tributaria encarecen nuestros precios. La devaluación no modifica esta situación.

Es usual agrupar a los distintos bienes y servicios que se transan en una economía en cuatro grandes grupos: exportables, importables, servicios públicos, y los que se producen y transan solamente en los mercados locales.

Conceptualmente, los precios de los productos importables deberían ser ligeramente más caros que en el promedio de los países, los de los exportables ligeramente más baratos, los de los servicios públicos estarán relacionados con la disponibilidad de recursos energéticos y los niveles de salarios reales, y los no comerciables variarán en función de la composición de sus insumos y los niveles de salarios reales.

En el caso argentino, si bien los precios siguen este mismo patrón, las distorsiones son extremas, particularmente en el caso de los productos importables. Un producto importable, que vale 100 dólares en el exterior, puede llegar a triplicar este precio en nuestro país La razón se encuentra en las sucesivas etapas que encarecen la nacionalización de dicho producto.

Al precio de un producto que se compra en el exterior hay que agregarle el costo de los fletes y seguros, los aranceles, el impuesto país, la tasa estadística, los anticipos de IVA e impuesto a las ganancias, ingresos brutos y los gastos de aduana, SENASA, etc.

Hasta aquí, estos gastos incrementan el precio del producto importable entre el 80 y el 130%. Para calcular el precio final, hay que agregarle los impuestos internos específicos, los costos de transporte internos, el margen de los comerciantes, etc.. Estos son los productos que normalmente se comparan para decir que “Argentina es un país caro”

En el caso de los productos exportables se verifica que los precios internos son inferiores a los vigentes en el exterior, pero mucho menos que lo esperable. Esta menor diferencia se explica por la sucesiva carga de impuestos y por los costos de las regulaciones. A modo de ejemplo tomemos el caso de la harina de trigo.
El precio promedio de exportación en febrero era Dls 382,9 por tonelada, que tomando en cuenta las retenciones y el tipo de cambio mezcla da un precio bruto interno por kg de 321,44 pesos que se compara con un precio final de venta de 741,12 (poco menos de 90 centavos de dólar). La diferencia está explicada por el costo del fraccionamiento, los impuestos y los márgenes comerciales. Ese mismo producto cuesta entre 0,96 y 1,71 dólares en los Estados Unidos, entre 1 y 1,9 dólares en Europa.

Pasando a los servicios públicos, considerando que Argentina ha sido un importador neto energía pero con salarios bajos, nuestros precios deberían ser ligeramente más bajos que en el promedio mundial. La realidad muestra que eran muchísimo más bajos por los subsidios, y aún hoy lo son a pesar de la reciente suba.
En el caso de la electricidad, el precio promedio en el mundo a septiembre de 2023 era de 15,15 centavos de dólar por kWh, en Argentina era 1,8 centavos. Aún con las recientes subas, los precios continúan muy por debajo del promedio mundial. Lo mismo se puede decir de la nafta, del gas, del transporte, etc.

En el caso de los servicios en general, los precios en nuestro país son claramente más bajos en relación al promedio mundial.

En resumen, el principal problema de Argentina no es que sea cara (solo lo es para los productos importables), sino que a la gente no le alcanza su ingreso. Esto solo se soluciona incrementando la producción. Ojalá algún día seamos un país caro pero exitoso.