El impacto de los ciclos económicos sobre el bienestar de los argentinos

Mariano Vior

Si queremos revertir nuestra decadencia lo importante es movilizar nuestro potencial (energía, minería, agricultura, industria del conocimiento), y a través de ellos el resto de la economía.

Autor: - 19/05/2024


La mayor disponibilidad de bienes y servicios (crecimiento económico) influye positivamente sobre el bienestar de los pueblos. Frecuentemente, el bienestar también contribuye al crecimiento económico al favorecer los avances tecnológicos, aunque se observa con un mayor retardo.
El Renacimiento surgió en momentos en el que el ingreso por habitante de Italia era el más elevado del mundo, pero los avances en la tecnología y en el arte contribuyeron a fortalecerlo.
Argentina lleva ya más de 100 años de decadencia relativa (crecemos menos que el resto del mundo), más de 40 años de muy bajo crecimiento absoluto (1,77% por año y apenas 0,4% por habitante), y decadencia absoluta desde 2011 (baja cercana al 1% en el PBI por habitante).
Adicionalmente mostramos una increíble volatilidad en el ritmo de crecimiento del PBI que se refleja en 19 períodos con bajas y 23 con crecimiento positivo. En ese contexto es imposible evitar que baje la inversión, que suba la pobreza, que se deterioren otros indicadores de bienestar (salud, educación, seguridad, cultura, etc.) y que los argentinos emigren.
Esta situación se agravó en los últimos meses –con una caída del 5,4% en el PBI desde agosto, pero con mucha variabilidad entre sectores – y se abrió el debate sobre las causas de esta caída y sobre si esta tendencia se revertirá en el futuro próximo.
Cuando los economistas hablamos de crecimiento, distinguimos entre su evolución de largo plazo y la de corto plazo. El análisis de largo plazo se centra en la evolución de los factores que modifican la capacidad productiva: crecimiento del empleo, cambios en la calidad de la mano de obra (capacitación), crecimiento del stock de capital, cambios en su productividad y el tipo de inversión, y por último un residuo que se conoce como “productividad total de los factores”, que refleja factores como cambios organizacionales, cambios en los términos del intercambio, los impactos de la volatilidad, etc.
La evolución de estos factores desde 1960 muestra que los factores asociados al empleo explican en promedio 0,7% de crecimiento anual y la inversión neta alrededor de 1,5%, lo que deja un residuo casi nulo. Si pretendemos acelerar nuestro ritmo de crecimiento tenemos que invertir más y mejor, y evitar los años de crecimiento negativo. Estos últimos están casi siempre asociados a crisis de balanza de pagos, por lo que resulta imprescindible evitarlas, no gastando ni emitiendo por encima de nuestras posibilidades.
Las perspectivas de corto plazo no dependen tanto de la evolución de la capacidad productiva sino de la evolución de la demanda, y de factores extraordinarios como el clima.
La capacidad ociosa en la industria en el mes de agosto del año pasado era 32,1% (exagera la realidad) y creció al 46,4% en marzo. En ese contexto es muy difícil que haya un gran crecimiento de la inversión en el sector. En el otro extremo, el sector de los hidrocarburos está operando con pleno uso de su capacidad (no de su potencial) y claramente necesita inversiones para expandirse.

Los factores que afectan la demanda agregada pueden ser agrupados en tres categorías: a) externos (precios internacionales, movimientos de capitales y evolución de los principales socios comerciales); b) internos (política fiscal y monetaria), y c) exógenos (clima, plagas, catástrofes naturales, y cambios en la movilidad asociada a la pandemia). La evolución de los últimos años se explica casi totalmente por estos factores.

Analizando lo sucedido en los últimos meses, los factores que impulsaron la baja de la demanda agregada son obvios: la baja de los precios internacionales, el ajuste de más de 5% del déficit fiscal, las pérdidas patrimoniales asociadas a la devaluación - casi 15% del PBI-, la baja del salario real, la reducción de la obra pública, etc., factores parcialmente compensados por el fin de la sequía y por mejoras en la cuenta capital.

¿Que se puede esperar para los próximos meses?, estabilidad de los precios internacionales, una disminución en la intensidad del ajuste fiscal, un crecimiento mayor de los créditos en relación a los depósitos y una recuperación de la cosecha gruesa. Todos estos factores son expansivos. La gran duda es qué pasará con los movimientos de capitales cuya conducta está relacionada con la confianza. Con confianza y baja del riesgo país este factor será expansivo; con crisis política será claramente negativo.

¿Podemos esperar una recuperación en V? Muy difícil. Si todo funciona bien tendríamos una recuperación con la forma de una U.
Estos factores son importantes para el corto plazo, pero si los argentinos queremos revertir nuestra decadencia lo importante es movilizar nuestro potencial (energía, minería, agricultura, industria del conocimiento), y a través de ellos el resto de la economía. El secreto es el mismo de siempre: sacrificio, esfuerzo y prudencia. Sin dudas tenemos un potencial maravilloso, pero para utilizarlo necesitamos muchas reformas institucionales y estructurales. Como decía Ortega y Gasset: ¡Argentinos! ¡A las cosas!